LA MERCED DE MARÍA
P. Fr. Juan Carlos Saavedra Lucho, O. de M.
Si leemos a María en clave mariológica mercedaria; debemos transmitir que desde sus inicios los religiosos de la Orden de la Merced reconocen a María como: “Inspiradora de la Orden”, una madre de la libertad en favor de los cautivos. Pero, como no podemos hablar de una mariología sin una Cristología también la reconocemos como “Nuestra Madre” que siendo Virgen, concibió al Hijo de Dios, tal como se manifiesta en el Proemio de las Constituciones de fray Pedro de Amer desde 1272, que después de resaltar las virtudes teologales dice a la letra: de aquél que en este mundo tomó carne de la gloriosa Santa María virgen, verdadero Dios y verdadero hombre en una persona… nos visitó y visita a sus amigos… para liberar a los cristianos del poder de los enemigos de la Orden de Cristo….
¡Esta es la teología mercedaria y la proclamación de la virginidad de María que defendieron muchos religiosos nuestros como el P. Silvestre Saavedra quien durante el siglo XVII supo exponer con claridad su reflexión en torno a las ideas inmaculistas sobre María!.
Por tal motivo, el mercedario haciendo carne y vida el evangelio, que es la vida por excelencia en Jesucristo, continúa la misión del redentor para liberar a los hombres de buena voluntad que están inmersos en las “Nuevas formas de cautividad” (COM 16) proclamando la Buena noticia e iniciando la gran fiesta de Dios en la tierra (Lc 4, 18-19).
Reflexionemos: ¡donde hay espíritu, hay libertad; en cambio cuando hay cautividad, ya no hay libertad!.
Durante años nuestros pueblos latinoamericanos han tenido pocas experiencias de libertad, han sufrido esclavitud y dominación; pero, hoy más que nunca se observa un deseo de liberación, de cambio, donde los cristianos experimentamos “la práxis del martirio” en busca de paz, calma y libertad, a la luz del evangelio.
Queremos pues meditar que la libertad: ¡No es un hecho político o económico, sino que la libertad es el nacimiento de una personalidad nueva, de la búsqueda del hombre nuevo reconciliado con Dios y los hermanos; donde se experimenta la fuerza del Espíritu santo como alma de la misión redentora de Cristo liberador!.
¿Cuál es el papel liberador de María?.
María es Madre de los cautivos y Madre de los redentores. Ella es Madre de los cautivos a quienes protege como hermanos de su Hijo, y es igualmente madre de los redentores que ofrecen libertad en los cautivos, pues anima y promueve así la misión del Señor que derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes (cf. Los mercedarios y la Nueva evangelización, Roma 1993, 36).
Todos nosotros, laicos y religiosos, padres de familia y alumnos, fieles devotos de Nuestra Madre debemos cuestionarnos: ¿cuál es el deber del mercedario para con su Madre?… el P. Armengol Valenzuela decía: Para el mercedario que nade le guste sin María y nada le desagrade con María y todo lo emprenda y haga en nombre de María.
De esa manera, los mercedarios celebramos a María, la veneramos y vestimos el hábito de color blanco en honor a la virginidad de aquella que está asociada al plan de salvación.
Para terminar nuestra reflexión sobre María, ejemplo de toda esperanza, como peregrinos hacia el camino que conduce a la gracia aprovechamos nuestro tiempo para Dios y con los hermanos haciendo viva las siguientes frases:
- María es mujer y madre del tiempo cumplido. La plenitud de los tiempos bíblicamente anunciado en Gál 4,4 nos reporta al momento que Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley; y que es el mismo Cristo, ayer, hoy y siempre (Heb 13,8). Esta clave hermenéutica de lectura centra nuestra fe en Jesucristo Salvador y Redentor.
- María, es mujer del proyecto salvífico. Entendiendo la dinámica de la Divina Trinidad y estando en la plenitud proyectual del pensamiento de Dios; ella aceptó ser la Madre del Verbo encarnado, por obra del Espíritu Santo. Como mujer de los inicios, presentada como alba del género humano, y mujer de la promesa, plasmada en el primer anuncio de la salvación (Gn 3,15) se hace visible y es luz en la oscuridad desierta del pecado.
- Ella, mes la mujer de la frontera del tiempo. Siendo el cumplimiento de Israel, la hija de Sión es la condensación cualitativa de todas las madres, de las profetisas, de las heroínas del pueblo elegido, por ello, es llamada es modelo de la Iglesia esposa, sin arruga y sin mancha (cf. Ef 5,27). De esta manera, es ntendida como mujer, aurora del tiempo salvífico, que nos permite ver en su condición Inmaculada el esplendor de Cristo, verdadero sol de justicia que ilumina a todo hombre inquieto por la Verdad.
- Es la mujer del tiempo epifánico, desde el momento que Jesús revela el misterio de su ser presentado en su misión (Jn 2,1ss). Aquella mujer, que se encontraba en la gruta del nocturno y dormido Belén, estando el niño junto a su madre (Mt 2,11ss), acompañada por José, visitada por pastores y magos, y perseguida por el egoísmo imperante del inhumano Herodes, llega a ser partícipe del canto de libertad a favor de los excluidos por los hombres (Lc 1, 46ss).
- María, es la mujer de la hora. Ciertamente, en la hora crucial (Jn 2, 4) nos invita a conocer a su hijo Jesús, a ser signos de obediencia y fidelidad, a ser vino bueno y mejor; pero, obrando lo que Él nos mande. Esta actitud ejemplar, de la Madre que es compañera de la fiesta, y que no se aleja en los momentos más trágicos; ahora, nos invita a permanecer orantes al pie de la cruz (Jn 19,25-27). Como icona de la mujer del tiempo cumplido (Ap 12, 1ss), ella ha sido redimida, Asunta y santificada en base a los méritos de su proprio Hijo.
- Hoy, María de Nazaret, memoria de los eventos cumplidos por Dios en favor de su pueblo, como portadora de liberación y exaltadora de la misericordia, nos motiva a ser portavoces de la Buena Noticia en “Tiempos nuevos”, “Tiempos edificantes”, “Tiempos con fuertes razones” para cantar y gritar el Magnificat de la redención.
Ahora, quiero dirigirme a mi Madre, que es la Madre de la Iglesia diciendo:
Oh, María, Madre de la Merced,
acógenos siempre con tus brazos abiertos,
dirígenos cada día tu mirada de alegría y esperanza,
para contemplar en tí las obras realizadas por tu Hijo.
Amén.