Archives for category: 800 Años de Merced

ImagenSuavíssima redemptora de captius

 “La Mare de Déu de la Mercè va promoure el naixement de l’Orde del Pares Mercedaris amb una finalitat molt important i de molta actualitat social i cristiana. L’Orde va néixer per aliberar els captius que estaven privats de libertat en les persons. El Pare Miquel d’Esplugnes ens diu que Nostra Dona Santa Maria va dignar-se dscendir a Barcelona no pas in faisó d’amazona espiritual, o sia, com a capitana esforçada  de cap de linatge de tropa, sinó con a suavíssima redemptora de captius… Certament, la Mare de Déu de la Mercé està íntimamente vinculada a l’alliberament, a la llibertat i a la vida. Ella de la mateixa manera que a les noces de Canà va intercedir en favor d’aquells esposos i que amb la creació de l’Orde mercedària va contribuir en l’alliberament dels presoners acut també avui Jesús intercedint per tants i tants germans nonstres que sofreixen amb més intensitat les greus conseqüències de l’actual crisi econòmica…Que la Mare de Déu de la Mercè presenti al seu Fill les joies i les penes de tots els qui vinguin a questa Basílica on els pobres troben misericòrdia, els oprimits assoleixen la llibertat veritable i tots els homes i totes les dones es revesteixen de la dignitat dels fills de Déu”[1].


[1] De la homilía del Sr. Cardenal Arquebisque de Barcelona, Dr. Lluís Martínez Sistach, en la misa de la Mare de Déu de la Mercè, Barcelona, 24 de setembre de 2012, en BOM Aragón 207 (2012) 103-106.

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Solemnidad de la Virgen de la Merced, redentora de cautivos

Patrona de las Fuerzas Armadas del Perú

 Homilía. Jueves, 13 de setiembre del 2012

Parroquia “La Mercede” – Roma

 P. Fr. Juan Carlos Saavedra Lucho, O. de M.

 

Sr. ALFREDO AROSEMENA, Embajador del Perú en Italia

Sr. CESAR CASTILLO, Embajador del Perú ante la Santa Sede

Sra. Embajadora, CARMEN SILVA CACERES, Cónsul general del Perú en Roma

Sr. Almirante, JOSE BOGGIANO ROMANO, Agregado de Defensa ante la Embajada del Perú en Italia

Sr. Coronel, OSCAR ALARCO GARCIA, Agregado Aéreo y adjunto de Defensa de la Embajada del Perú en Italia

Sr. Ministro, PEDRO REATEGUI, de la Embajada del Perú en Italia

Sr. Ministro Consejero, JOSE MARIANO DE COSSIO, de la Embajada del Perú ante la Santa Sede

Sr. JULIO REINOSO, secretario de la Embjada del Perú

Sres. AGREGADOS MILITARES DE PAISES LATINOAMERICANOS, acreditados ante el Gobierno italiano

Signore Ammiraglio, GIOVANNI GUMIERO della Marina Militare Italiana

Representantes de las diversas CONGREGACIONES de Religiosos y religiosas peruanas que desempeñan su labor misionera en esta ciudad,

Pueblo de Dios,

Es para mí una bendición de Dios, celebrar esta eucaristía con todos ustedes, conmemorando la Solemnidad de la Virgen de la Merced, patrona de las Fuerzas Armadas del Perú.

En este contexto eclesial, en el cual estamos preparándonos a celebrar el inicio del “Año de la Fe”, convocado por el Santo Padre Benedicto XVI, con fecha del 11 de octubre del presente año; les expreso mi agradecimiento y alegría al haber sido invitado a celebrar esta fiesta eucarística, en este día tan particular para cada uno de nosotros que hemos nacido en nuestra patria peruana.

Cómo no alegrarnos en el Dios de la Vida, que nos convoca hoy para profesar nuestra fe, unidos en el Padre, el Hijo y el Espíritu santo; que es signo de la comunión de amor y de la unidad de los hijos de Dios.

Hoy, las lecturas nos revelan la realidad de Dios, por el cual entendemos su misericordia y perdón, donde se busca vivir en clima de justicia y paz, buscando ser profetas en estos tiempos de la nueva evangelización.

Como sabemos, todos los años, a partir del 15 de setiembre hasta el día 24, celebramos en diferentes naciones y lugares de nuestra patria la novena y solemne fiesta en honor a nuestra madre la Virgen de la Merced, redentora de cautivos y madre de libertad.

Si recordamos en breves rasgos la devoción a la santa Madre de Dios, podemos mencionar cómo el caballero san Pedro Nolasco, fundó el 10 de agosto de 1218, en Barcelona – España, la Orden de la Bienaventurada Virgen María de la Merced, en favor de los cristianos cautivos que estaban en peligro de perder su fe, que se encontraban en las mazmorras de los sarracenos del siglo XIII en adelante. Como podemos visualizar, la Orden de los Padres mercedarios vamos a celebrar prontamente 800 años de  fundación, y por lo tanto, de redención a favor de tantos hermanos y hermanas que se encuentran cautivos en las modernas formas de cautividad actual.

Es por ello, que la Madre del Señor, bajo la advocación de la Virgen de la Merced, llamada muchas veces, la “redentora de cautivos”, “madre de libertad”, y “estrella de la evangelización”, nos permite recordar la encarnación del Hijo de Dios; es decir, la manera como el Hijo de Dios se hizo carne par la vida del mundo. No cabe duda, que al recordar a la madre celebramos a su Hijo. Por tal motivo, decimos que María, en su rol materno es el modelo ejemplar de la fe, la misma que nos invita a repensar nuestro camino de seguimiento y configuración con Cristo, el Señor de la gloria y libertad.

Según los datos de la historia, después que los frailes mercedarios extendieron la devoción y culto a la Virgen de la Merced, en tierras de España y Europa, llegaron a Latinoamérica desde el segundo viaje de Cristóbal Colón, y fue así que los misioneros de la Merced llegaron al Perú en los inicios del siglo XVI, con dos figuras importantes en su evangelización: Cristo Redentor y la Virgen de la Merced.

Desde el punto de vista, del imaginario colectivo, en su dimensión mariano católica, la Virgen de la Merced, llegó a tener una gran popularidad en nuestro pueblo. Fue así, que por su intercesión misericordiosa y su constante presencia entre nuestros hermanos más necesitados; frente a luchas de poder, asedios de corsarios y piratas, fue declarada como la “Protectora de la ciudad de Lima”, a raíz que los corsarios holandeses quisieron invadir el puerto del Callao, el 21 de julio de 1615.

Así mismo, fue reconocida como “Patrona de los Campos de Lima”, título que fue concedido por el Cabildo limeño del 20 de setiembre de 1730. La Virgen de la Merced, llamada también la “Virgen de los patriotas”, fue configurando su presencia entre nuestros defensores de la patria libre, en tiempos de la emancipación e independencia; de tal modo que el Primer Congreso Constituyente el día 23 de setiembre de 1823 oficializó su designación como “Patrona de las Armas del Perú”; motivo por el cual, el Papa Benedicto XV estimó su coronación canónica en 1921, al cumplirse el Centenario de la Independencia del Perú, siendo los padrinos el Presidente de la república don Augusto B. Leguía y la srta. duquesa de Goyeneche. Posteriormente el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, en 1968, mediante D.L. 17822 le otorgó el grado de “Gran Mariscala del Perú”.

Como vemos, en su iconografía, ella como Madre de Dios está siempre con los brazos abiertos mostrando a todos su hijos, los signos de su misericordia y merced, como lo merecen los hijos de Dios. Por ello, todos los mercedarios difundimos el amor de nuestra madre María de la Merced, puesto que ella es signo, modelo y ejemplo de misericordia y libertad frente a esta “sociedad líquida”, donde el “mundo globalizado” y convulsionado por los avatares de la vida, no nos deja vivir en justicia y paz entre hermanos.

Así pues, la Virgen María, aquella protagonista de la historia, al asumir el evento salvífico de la encarnación, siendo la primera evangelizada y evangelizadora, nos llama a caminar junto a su Hijo Jesús, para esforzarnos en mostrar nuestra fe en su Hijo, siguiendo por los caminos de la paz y defensa de nuestra vida; mejor aún, en defensa de nuestra patria, pidiendo por el bienestar solidario para nuestros hermanos que hoy sufren violencia y cautividad.

Violencia, que afecta nuestros principios humanos;

violencia, que afecta nuestras vidas,

violencia, que apaga nuestro camino de diálogo y unidad.

Cautividad, por ser contrarios a las leyes de Dios;

cautividad, de tiempos nuevos cuyos afanes egoístas no conducen a la realización de una verdadera vida y libertad de los hijos de Dios;

cautividad, porque no excavamos nuestro propio pozo para visualizar la solidaridad y la verdad en Cristo Jesús.

Frente a ello, nos queda el espíritu del evangelio, “dar la vida por los hermanos”, y más aún, “ser amigos de Jesús”, para seguir orando por nuestras Fuerzas Armadas, por aquellos Oficiales y subalternos; soldados, aviadores y marinos que entregan su vida, oración, trabajo y esfuerzo por tantos hombres y mujeres de nuestra patria.

Allí donde hay un soldado está el Ejército peruano inspirado en Francisco Bolognesi; allí donde hay un aviador se está reavivando la gallardía de José Abelardo Quiñones; allí donde hay un marino está la refiguración de la caballerosidad de don Miguel Grau.

Que todos nosotros aquí presentes, a pesar de estar lejos de la patria querida, nos sintamos orgullosos de celebrar hoy esta eucaristía, por la vida de tantos hombres y mujeres que supieron defender con orgullo nuestro suelo peruano, y que aún hoy siguen defendiendo nuestra soberanía nacional. Nos solidarizamos en nuestra plegaria por la salud y toma de decisiones de nuestro Presidente de la República, Sr. Ollanta Humala; de todos sus Ministros, y por quienes dirigen actualmente nuestras Fuerzas Armadas. De manera especial, nos unimos a los esfuerzos de aquellos militares que defienden la zona del VRAE y otros lugares de tensión nacional; así como, continuamos orando por los familiares de todos aquellos que son parte integrante de nuestras Fuerzas Armadas.

 VIVA DIOS, VIVA LA VIRGEN DE LA MERCED,

VIVA LAS FUERZAS ARMADAS

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María, madre sacerdotal

¡María, Madre de los sacerdotes; en la vida y en la muerte ampáranos Madre Nuestra!.

P. Fr. Juan Carlos Saavedra Lucho, O. de M.

Comprender en este Año de la Fe, el hecho y el significado, así como el camino espiritual de la Virgen Madre, como Madre de los sacerdotes; es, sin lugar a dudas, compenetrarse con la Sagrada Escritura, puesto que, María es un dato de la Revelación, de la fe y de la vida de la Iglesia, sustentada en la tradición y religiosidad popular de nuestros pueblos (cf. RM 25). Así pues, esta reflexión relacionada con el rol materno-espiritual de la Madre de Dios nos permite entender el principio mariano en la Iglesia. Efectivamente, María es prototipo de la Iglesia y modelo suyo desde el comienzo de su misión; acorde con el acontecimiento de la encarnación respecto a su Hijo, y a toda la obra de la salvación. Sabemos que María con su afirmación se convierte en lugar de encuentro entre Dios y el hombre; de esta manera, la Virgen como Madre de los sacerdotes nos muestra con su “fiat” que el sí no es sólo una “respuesta individual”, sino “colectiva”, por parte de todo el género humano en relación con Dios.

Si revisamos varios apuntes, manuales y comentarios de índole mariológico-mariana podemos observar que la mayoría de autores coinciden que el pasaje de la hora límite de Jesús en la cruz significa comprender a “María como Madre espiritual y Madre del sacerdote”, y al “discípulo amado”, como aquél “elegido”, “llamado”, “convocado” o “consagrado” por Dios para recibir y continuar recibiendo a la Madre en su “casa”. Así pues, el texto y contexto bíblico del evangelista san Juan (19,25-27) nos permite visualizar el don de Dios en la persona de la Virgen María, cuya consolidación de su fe se particulariza en la fidelidad al Hijo de Dios y su perseverancia en el camino de la fe y de las virtudes teologales a la cual hemos sido llamados todos los hijos de Dios.

La escena bíblica de la madre junto a la cruz y las palabras que Jesús moribundo dirigió a ella y al discípulo amado contienen un denso valor simbólico. Se puede deducir sobre todo el recuerdo de las Bodas de Caná (Jn 2,1 ss.). La llamada “mujer” y la evocación de la “hora” prefigurado en el primero de los signos joánicos llega a su cumplimiento. Esta profundidad relativo-simbólica se pone de manifiesto en el v. 28, cuando Jesús exclamó “tengo sed”. Entonces el diálogo entre el Hijo y la Madre, así como lo relacionado con el discípulo reflejan el “cumplimiento de todo”, es decir, de la obra confiada por el Padre a su Hijo Jesús (Jn 4,34; 5, 36; 17,4).

En este sentido el “todo” y la “plenitud” se entiende que está refigurado en la persona de la “llena de gracia”, es decir de la Madre y por expansión en la vida del discípulo amado. Podemos tener en cuenta en este esquema narrativo una sucesión típica: “ver-decir-indicar”, cuando por ejemplo, se dice: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”; “hijo, ahí tienes a tu madre” (vv. 26-27); esto nos permite captar la profundidad del misterio en las personas indicadas, es decir el “misterio”, “ministro” y “ministerio” de aquél que ha sido invitado para repensar en su vocación y misión. Todo ello, indica la relación y pertenencia recíproca entre la “Iglesia-madre” y los “hijos de la Iglesia”, quienes acogen el misterio del Hijo y la presencia de la Madre en su casa. Con nuestra experiencia de fe entendemos que Dios es el dueño de nuestra casa, el es Padre, el que guía y protege nuestro hogar; miremos a Jesús, cómo entra a la casa de sus amigos y aún más come en casa con algunos publicanos; a Zaqueo por ejemplo, le dice que él quiere comer hoy en su casa (es decir, él desea en estos instantes estar y permanecer con él, fundado en el amor de Dios). Sin dudar decimos que Jesús es nuestra casa, nuestro centro, y allí tendemos todos a entrar y estar. Así pues, tanto la Madre como el discípulo amado acogen en su casa a Jesús, con sus palabras, su vida y su obra redentora, la cual, la hacen “suya”, superando la pura acogida material. Para san Juan la “casa” es el mundo vital, el ambiente existencial, es el mismo Israel en relación con el Verbo, y la misión de los discípulos en sintonía con Jesús.

Desde esta perspectiva, todos los sacerdotes y el pueblo sacerdotal tenemos una gran misión en la Iglesia. Ser íconos de Cristo, único, eterno y sumo sacerdote; así como nuestros antiguos padres en el desierto, cuando caminaban hacia la “tierra prometida”, buscaban el “espacio vital” para adorar al Señor, surgió el deseo de hacer una morada para Dios. Desde entonces, la tienda del encuentro se convirtió luego en casa de Dios, así el Templo llegó a ser importante porque definía el lugar de la presencia divina, signo de la esperanza y misericordia de Dios, donde se encontraban los sacerdotes y el Sumo Sacerdote como moradores de Dios, allí estaban los descendientes de Aarón y los de la tribu de Leví. Hasta que llegamos a María, la mujer desposada con José, en cuya “tienda virgen” se llenó del Espíritu santo para ser casa y morada de Dios. María, Madre de Dios es hoy nuestro espacio de gestación, crecimiento y fortalecimiento de la vida como lugar espiritual donde se entiende nuestra fidelidad y perseverancia hacia el camino sacerdotal siguiendo las huellas de Jesús.

 

ImagenLa “Dolorosa de la Merced” y su Cofradía

Apuntes históricos sobre su devoción y culto en la Basílica Menor de Nuestra Señora de la Merced de Lima.

P. Fr. Juan Carlos Saavedra Lucho, O. de M.

Desde el año 1534, cuando nuestros religiosos mercedarios llegaron junto con las huestes españolas al valle del Rimac, hubo una gran preocupación por servir a las gentes en los diversos servicios eclesiales. Ya fundada la ciudad el 18 de enero de 1535, y asentados los frailes de la Merced en torno a los 4 solares que recibieron por manos del Marqués Don francisco Pizarro al delinearse la ciudad, se iniciaron las obras de construcción de una iglesia que pudiera acoger cristianamente a los nuevos habitantes de dicho lugar. De esta manera, promovieron la liturgia y el culto cristiano, con la advocación particular a la Bienaventurada Virgen María de la Merced.

Relevando los rasgos marianos del templo de la Merced de Lima, el P. Víctor Barriga entre sus publicaciones acerca de los Mercedarios en el Perú nos hace un comentario breve en nota a pie de página sobre la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad diciendo:

“La Cofradía de la Piedad se fundó en la Merced de Lima el 5 de junio de 1559, a la que el Papa Inocencio XI, concedió varios privilegios”.

A la vez en el documento fechado el 7 de noviembre de 1573 perteneciente al Archivo Mercedario de Lima, T. II; se declara la concesión del lugar para la Capilla de la Cofradía, que llegó a tener gran importancia en los siglos venideros. Transcribiendo algunos datos sobre dicho documento dice:

En el nombre de Dios amén.- … por cuanto en este Monasterio ha muchos que está fundada la Cofradía de Nuestra Señora y los hermanos que al presente son Administradores della con el celo de servir a Dios Nuestro Señor y a Nuestra Señora … que vien sabíamos que no tenían  Capilla ni altar conocido donde tener la imagen de Nuestra Señora ni adonde los dichos hermanos pudieran hacer decir las misas e Divinos Oficios que tenían y adelante tuviesen obligación … y habiendo tomado sobre ello nuestro acuerdo con deliberada determinación del hemos acordado de dar graciosamente a la dicha Hermandad e Cofradía para hazer la dicha Capilla el sitio que está junto a la Capilla dada por este Convento a Francisco de Ampuero … de treinta y cinco pies de largo y otros treinta y cinco pies de ancho, dos pies más o menos conforme a la tasa que el albañil diera a la obra de la dicha Capilla y sitio ...[1].

El mismo autor arequipeño, nos manifiesta que el contrato contraído con el Maestro Andrés de Espinoza, quien trabajó el Altar Mayor de esta prestigiosa Iglesia se dió lugar el 28 de mayo de 1614, por la cual establecían que se hiciera con elegancia y suntuosidad, de manera que luzca grande y hermosa, con buenos cimientos y de dos bóvedas de crucería divididas con un arco de madera, utilizando piedra y ladrillo y obligándose a terminarla a fines de febrero de 1615[2]. A la vez, presentando una breve descripción de los altares, el P. Delgado Capeans, religioso de la Provincia de Castilla, expone sobre el Altar de Nuestra Señora de los Dolores diciendo:

“Siguiendo en el estudio de las valiosísimas obras de arte que enriquecen el templo de la Merced de Lima, convirtiéndolo en un acabado de joyas cristianas, nos encontramos con el altar de la Virgen de los Dolores, primoroso por su rico tallado en cedro. La ornacina central la forman dos corpulentos Ángeles que sostienen con sus manos levantadas en alto el Camarín de la Madre Dolorosa. Sobre la mesa del altar está el Santo Sepulcro, donde yace cadavérico el Salvador del mundo, que infunde recogimiento y emoción, conmoviendo aún al espíritu más indiferente. En su interior se ven innumerables exvotos de oro y plata, que la piedad de los fieles va depositando con el rodar de los siglos. Corre a lo largo de las paredes que constituyen su capilla un rico zócalo de azulejos sevillanos, obra colonial. Grande y entusiasta es la devoción que los limeños sienten al Señor del Sepulcro”[3].

Curiosamente la devoción de los mercedarios a la Madre de Dios no sólo fue arraigada en la advocación de María de la Merced, o de las Mercedes; sino también, apoyando otras Cofradías, gremios o agrupaciones que dinamizaban la vida eclesial del templo limeño como las fraternidades de:

Nuestra Señora de los Remedios; la del Ángel de la Guarda, de Nuestra Señora de la Consolación. La Archicofradía de Nuestra Señora y la V. O. Tercera de la Merced …[4].

Sin lugar a dudas, estas “Fraternidades Laicales Mercedarias” (como ahora las denominamos) eran fervientes promotores de las celebraciones y fiestas que en el ciclo litúrgico veneraban a la singular figura de la Virgen, Madre de Dios en sus diversas advocaciones. Fiestas que iban acompañadas con rezos, novenarios, triduos, setenarios, Hora santa, Visperas, procesiones y grandes festividades de las imágenes titulares. Por ejemplo el P. Vargas Ugarte, notable historiador de la Compañía de Jesús, escribiendo sobre el tema en torno al siglo XVIII nos trae a la memoria que a pesar de los problemas sociales que comenzaba a vivir la metrópoli por las influencias de nuevas confesiones de fe, del lujo y la moda con incidencias en la vida, usos y costumbres; la relajación en los conventos, los indicios y movimientos emancipadores, algunas Cofradías comenzaron a decaer en su aspecto gremial, otras se conservaron por su empeño religioso y poder económico; sin embargo, las fiestas religiosas siempre se celebraron con pompa y majestuosidad. Conservando estas tradiciones, la Semana Santa siempre fue un momento propicio para el encuentro entre Dios y los hombres y viceversa.

Describe que, entre las diversas actividades el día del Viernes Santo le correspondía a la Cofradía de la Piedad de la Merced, su recorrido procesional. Después de salir de su templo a las cinco de la tarde, recorriendo por la Plaza Mayor, luego, retornaba por la calle Bodegones y Guitarreros[5]. Esta práctica religiosa, dichosamente se conserva hasta hoy, aunque ha cambiado su recorrido procesional y ya no existe la Cofradía como tal, con afiliados, reuniones, y obras sociales. Sólo hay devotos y simpatizantes a dicho culto, con quienes habría que dar un nuevo impulso para la reiniciar las actividades de esta histórica Confraternidad.

En otros lugares, como en la histórica ciudad del Cusco, era conocida la “Cofradía de la redención de cautivos” y la de “Nuestra Señora de la Soledad” que fue fundada el 1º de marzo de 1578 [6], en Quito (Ecuador) también la llamada “Cofradía de la Piedad”, sabemos que obtuvo una donación de sitio el 26 de mayo de 1576[7]; y en el templo mercedario de Arequipa (Perú) en 1588, hay noticias sobre una que pertenecía a los indios conocida como la “Cofradía de la Visitación de Nuestra Señora”[8], la “Cofradía de la Soledad” como refiere un documento del Archivo Histórico del Cusco[9], y el de la “Virgen de la Consolación o del Consuelo” que desde el 16 de abril de1586 fue marcando historia por las referencias sobre los sucesos de su llegada al puerto de Sechura hasta las invocaciones de los pobladores cuando la sacaban en procesión pidiendo su intercesión para que vengan las lluvias a los campos agrícolas, o porque la ciudad y sus alrededores sufrían algunas calamidades públicas. Dicha imagen que se venera hasta hoy, fue también llamada “la Virgen del contentillo” por los contentos y gozos y la popularidad que alcanzó su devoción[10].

Efectivamente “la Dolorosa de la Merced” todos los años nos permite vivir el misterio de la Pasión de su Hijo; el día 15 de setiembre se celebra a las doce del mediodía la misa de fiesta que en los últimos años siempre es celebrada por un Obispo invitado para tal efecto. Al llegar la Semana Santa, la Madre de los Dolores es revestida con manto negro o azul oscuro bordado sobriamente; luciendo su corona de estrellas y las siete espadas de dolor de fina platería que lleva en su corazón, la bella imagen es adornada con una mantilla proveniente de tierras españolas, la cual fue obsequiada por Monseñor Alberto Brazzini Diaz Ufano, Obispo Auxiliar de Lima. Ella, siempre venerada por el pueblo de Dios como la Madre del Salvador que aceptando la voluntad de Dios se puso en camino para interceder por todos los afligidos, sale del templo mercedario cargada en hombros por sus hijos, organizados por la diferentes “cuadrillas de cargadores” de la ciudad, a recorrer las calles de la Lima colonial. Rodeada por blancas flores en señal de su pureza y de muchos cirios encendidos que alumbran los senderos oscuros de la vida, va la Virgen María, enjugando sus lágrimas de dolor. Como peregrina hacia el Calvario, en silencio interior y con señales de sufrimiento. Ella, como compañera de camino, está presente como la perfecta discípula, detrás de la imagen de Jesús Nazareno que también sale del mismo templo.

Para terminar, tenemos que poner a consideración que con el transcurrir de los siglos, entre los imponentes altares laterales que siempre ha relucido la Basílica de la Merced de Lima, tanto la imagen y el altar de la Cofradía de la Piedad, siempre se presentan como un conjunto arquitectónico de arte y belleza religiosa que hasta hoy muestra su diferencia entre las demás. El P. Peredo, amante de la historia y actual Director del Instituto Histórico de la Orden de la Merced describiendo la composición del retablo en mención expresa:

“Esta capilla constituye el conjunto decorativo más importante de la Iglesia … El retablo de muy rica talla está sostenido por cariátides y es de gran movimiento. En su base una urna contiene el cuerpo yacente de Cristo, … y a ambos lados un Ecce Homo y un Cristo flagelado …Ocupa la hornacina central la antigua y más bella imagen del retablo, una emotiva Dolorosa. En el cuerpo superior se admira el grupo del Calvario con apóstoles”[11].

Hasta 1858 sabemos que entre las instituciones piadosas de la Merced todavía se hacía referencia de la Archicofradía de Nuestra Señora, la de la Virgen de la Consolación y la Tercera Orden, pero no sabemos hasta cuando funcionó el de la Piedad, lo cual nos invita a continuar la investigación de tal noble Cofradía que durante siglos veneró la imagen de la Madre de Dios en su dolor.

Valorando el Romance sobre la “Pasión y Muerte de Nuestro Redentor y Señor Jesucristo, según los cuatro evangelistas” escrito por fr. Francisco del Castillo, uno de los religiosos ilustres que vivieron en estos claustros mercedarios de San Miguel de Lima, conocido como el “Ciego de la Merced”, exclamamos lo siguiente:

[Cristo]

“De su Madre se despide

y en paso tan lastimero

hará disgreción lo dulce

por atención a lo tierno.

…………

[María]

Anda hijo amado le dice,

que aunque en tí mi vida tengo

el que decreta tu muerte

vida será de mi aliento.

Cumple de tu eterno Padre

el poderoso precepto

que ya para siete espadas

prevenido está mi pecho”[12].

Que María, la Virgen de los Dolores, al pie de la cruz como icona evangélica y pascual, nos ayude a entender los sufrimientos de nuestro Señor y de nuestro pueblo que sufre como dolores de parto el día de hoy. A ella, como figura eclesial que está siempre “atenta a la humanidad” le pedimos, que nos conduzca por el camino correcto, para seguir encarnando nuestra espiritualidad en la fidelidad evangélica junto a su Hijo.


[1] Cf. La referencia sobre la fundación de la Cofradía y la Cesión del terreno en mención, podemos encontrarla en: Victor M. Barriga, Los Mercedarios en el Perú en el siglo XVI, Documentos del Archivo General de Indias de Sevilla – 1518-1600, Vol. III, La Colmena, Arequipa 1942, 70-71.

[2] Cf. Victor M. Barriga, El Templo de la Merced de Lima, Documentos para la Historia del Arte, Arequipa 1944, 89-91; 328-330. También este libro nos enriquece con documentos sobre algunas donaciones de sitios para la sepultura de los miembros de esta Cofradía (Cf. Índice cronológico, pp. 417-419), y sobre la concesión de sitio, ver: pp. 33-34.

[3] Ricardo Delgado Capeans, La Orden de la Merced de Lima, en Boletín de la Orden de la Merced, Año XIV, nº 11-12, nov.-dic., Roma 1926, 170.

[4] O.c., Año XV, nº 1-2, enero-feb., Roma 1927, 13. El P. Barriga, también nos presenta otros documentos sobre la Cofradía de Aguas Santas,  de herreros y caldereros, y de san Lorenzo (cf. Templo de la Merced de Lima, 60, 62, 230-231).

[5] Rubén Vargas Ugarte, Historia de la Iglesia en el Perú, T. IV, Burgos 1961, 268-269.

[6] Víctor M. Barriga, Los Mercedarios en el Perú, Vol. III, 354-357.

[7] O. c. , Vol. III, 72.

[8] O.c. Vol. IV, 339-340.

[9] O.c., Vol. IV, 291-292

[10] Seis documentos valiosos podemos consultar en el mismo Vol. IV, del P. Barriga,  pp. 314-331. Otros datos sobre la istoria, veneración y culto en José A. Benito Rodriguez, Nuestra Señora del Consuelo, Nelsa, Lima 1998.

[11] Saúl Peredo Meza, La Merced, Basílica y Convento, Imp. Juan Barea, Lima 1973.

[12] César A. Debarbieri, Fray Francisco del Castillo O. M. “El Ciego de la Merced” 1716-1770, Obra Completa, Lima 1996, 791-792.

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RASGOS MARIANO-MERCEDARIOS PARA MEDITAR 

P. Fr. Juan Carlos Saavedra Lucho, O. de M.

1. Diálogo de san Pedro Nolasco y Nuestra Madre según el Speculum fratrum

Nolasco: ¿Quién eres tú, que a mí un indigno siervo, pides que realice obra tan difícil, de tan gran caridad, que es grata a Dios y meritoria para mí?

Virgen María: Yo soy María, aquella en cuyo vientre asumió carne el Hijo de Dios, tomándola de mi sangre purísima, para reconciliación del género humano: “mira que este ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel; ha sido puesto como signo de contradicción; y a ti misma una espada vendrá a travesarte por el alma”.

Nolasco:¡Oh Virgen María, madre de gracia, madre de misericordia! ¿Quién podrá creer (que tú me mandas)?

Virgen María: No dudes de nada, porque es voluntad de Dios que se funde una Orden de este tipo en honor mío; será una Orden cuyos hermanos y profesos, a imitación de mi Hijo Jesucristo, estarán puestos para ruina y redención de muchos en Israel (es decir, entre los cristianos) y serán signo de contradicción para muchos” (Lc 2, 22-38).

2. Texto de las constituciones de 1691 dirigido a los novicios

“Invítelos continuamente a la devoción, culto y piedad hacia la Virgen María e incítelos a su amor, de tal manera, que Ella quede grabada como sello en sus corazones para que nada haya en la boca, en la mente o en las obras que no resuene amor a María: nada les agrade sin María, nada le desagrade con María, y todo lo emprendan y hagan en su nombre”.

3. Devoción a María según el P. Pedro Armengol Valenzuela, 1898

“Hemos dicho que esta devoción a María es para el mercedario una obligación inherente a su misma profesión religiosa, porque cuando ingresó en la Orden pide expresamente ser inscrito entre los hijos de María, y cuando profesa en una Orden fundada por María, promete implícitamente cumplir con los deberes de un buen hijo para con su augusta Madre. No basta que, como el simple cristiano, la venere alabándola cada día con dirigirle alguna deprecación; es necesario que la ame con un amor tierno y filial; que esté dispuesto a hacer cualquier sacrificio en su obsequio; que procure, como hijo celoso del honor de su madre, que todos los hombres la amen, y sobre todo que imite sus excelentes virtudes”

4. Reunión de Provinciales mercedarios de América Latina, Lima 1977

“En nuestra pastoral, no descuidemos el lugar que ocupa María en la espiritualidad mercedaria. Ella fue el secreto que realizaron fructuosamente su apostolado nuestros antepasados”

5. Juan Pablo II, Carta al General P. Domenico Acquaro, con motivo del Año de san Pedro Nolasco y del 750 Aniversario de la Confirmación de la Orden, 28-05-1985

“Nos produce gran satisfacción encontrar el aspecto mariano en las normas de vuestra vida, que fijó San Pedro Nolasco desde el principio en la Orden por él fundada: la misma Santa Madre del Divino Redentor, que fue partícipe de la obra salvífica, debe ser también ahora ejemplo y luz de los mensajeros de la redención cristiana a lo largo de los siglos. Si en el futuro la Orden Mercedaria sigue por este camino no se apartará jamás de la forma evangélica de su propio apostolado porque tendrá los ojos fijos, a la vez, sobre María cooperadora y sobre el Divino Hijo como realizador de toda verdadera redención y liberación de los hombres”.

6. Juan Pablo II, Carta a los Padres capitulares, 1986

“Quisiera exhortaros, de modo particular, a mantener, incrementar y propagar la intensa devoción, propia de vuestros orígenes, en relación de la Santísima Virgen María, la Madre de Dios, que tan ejemplarmente ha participado en la obra redentora de su divino Hijo; sólo así vuestra Orden podrá conservar íntegro e inalterado aquél espíritu evangélico, aquél anhelo profundo de redención y liberación del hombre, que siempre le ha caracterizado: liberación del hombre de toda miseria, esclavitud y opresión, comenzando por aquella fundamental del pecado…. (cf. nº 2).

La Bienaventurada Virgen María de la Merced sea para todos madre y modelo en la vivencia, especialmente de vuestro “cuarto voto”. El mismo título de vuestra devoción  mariana, que da el nombre también a la Orden, constituye por sí un maravilloso programa de vida: habla de misericordia, de redención, de conversión y perdón: los mismos valores por los cuales el Hijo de Dios ha venido a este mundo, se ha encarnado y ha dado la vida por nosotros. Que Él, por la intercesión de María, sea todavía hoy y siempre vuestra luz y vuestra fuerza” (cf. nº 4).

7. Monseñor: Severo Aparicio Quispe, La Orden de la Merced en el Perú, Estudios históricos, T. I; Cuzco 2001

“María se presenta como Madre del cautivo, ella simboliza la presencia salvadora de Dios entre los pobres y perdidos en este mundo. El pueblo creyente a su vez, intuye y sabe que ella nos lleva hasta el lugar de la necesidad humana, para abrirnos los ojos y decirnos, como en las bodas de Caná, “falta el vino”, falta la libertad para mis hijos, falta sustento para los pobres. En la Escritura descubrimos la función liberadora de la madre de Jesús. Por el significado de su presencia se puede contemplar a María de la Merced como evangelio de la libertad. Podemos contemplar a María que canta con alegría, su canto a la libertad, al decir el Magnificat. “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”. Es la respuesta jubilosa de María que se entrega en manos de Dios, colaborando en su obra redentora. Canto en que ofrece ante los hombres el latido de una libertad que transfigura las mismas condiciones de la historia”.

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En la solemne Fiesta de María de la Merced, nuestra Madre 

“A los hijos de la Luz”

[Jn 1,12; 8,12; Mt 5,13-14; 1Tes 5,5;Gal 5,8-1.14-15]

P. Fr. Sandro Vega-Centeno Ballón, O. de M.

Queridos hermanos, en esta fiesta solemne de nuestra Madre:

1. Muchas felicidades en Cristo Redentor, causa de nuestra alegría y justificación; pues en Él, el mismo Padre Eterno, en una explosión de amor, se dignó, por gracia (y nada más que por gracia) reconciliarnos, para recomponer la amistad paradisíaca, y así “reestructurar la ingeniería antropológica”.

2. Y, Muchas felicidades en María nuestra Madre de la Merced. Pues en ella, Dios enamorado de su Inmaculada humanidad, y atraído por su belleza eligió la forma de redimirnos haciéndose hombre, débil como nosotros, para enriquecernos y embellecernos cual oro divinamente acrisolado, eligió a Ésta Mujer tenerla como Madre. Y, ¿qué fue sino Carne Divinizada el resultado del único Amor de Dios – que incluso comprometió su Omnipotencia – por Amarnos de tal manera? Solo el Amor Misericordioso y Entrañable de Dios es la respuesta a la gran interrogante: “¿Qué es el hombre para que te acuerde de él? .. . lo hiciste “poco Inferior a los ángeles…”(S. 8; 143). En María se concreta, “en cierto modo”, la densidad del Amor Divinizante. En su fe, obediencia y su discipulado, encontramos la razón de su condición Cooperadora. Por eso bajo su “manto protector” los hijos de Dios y, también,  los que desean a Dios sin conocerlo, encuentran a su Madre y la razón de su nueva identidad (pues en su Hijo, en el hijo de Dios – Dios Humanado y humanizado – que se identificó en cierto modo “con todos los hombres” [GS 22]) somos congregados los redimidos. María la Nueva Eva, junto al nuevo Adán, por su obediencia y su fe, lleva a feliz término el proyecto original que Dios soñó para la humanidad: “Un rostro glorificado”, Una comunidad, “Una Familia” de todos los creyentes reunidos en torno a Dios, santificados por su Espíritu santo.

3. En tal sentido ¿cómo no rebosar de alegría, emoción y gratitud por semejante Madre, ante quien no queramos dejar de ser hijos? Gracia y gozo; alegría y júbilo en esta solemnidad de Maria de la Merced Nuestra Madre, felicidades a todos ustedes hermanos e hijos de la Madre Redentora, por nosotros y ustedes que visten el hábito mercedario, o que llevan el escapulario de nuestra madre, sientan con ardor en su corazón el hecho de ser hijos de la Merced. A TODOS MUCHAS FELICIDADES!.

4. Breviloqium. En esta realidad histórica de grandes contradicciones que ensombrecen la condición del hombre, no puede ser menos importante la propuesta de la “gran paradoja del amor de Dios”. Así pues, aunque nuestra vida esté esclavizada sistemas anti-humanistas y la humanidad sometida al pecado, y sufra la opresión del egoísmo, entregados al suplicio por la causa de Cristo (Cf. Rm 8,36), y aunque una cultura de muerte quiera imponer una política ajena a los planes de Dios, bajo el signo de la violencia, nada ni nadie nos quitará el Ser hijos de Dios, nadie nos quitará la libertad, nada nos separará del amor de Dios (Rm 8,35). Esta es la hora, es el tiempo, la oportunidad para dar testimonio de la verdad de Jesucristo. Jesucristo ha liberado al hombre (Cf Jn 8,36)… para que viva y se realice en libertad (Gal 5,1.13). Por eso ahora estamos bajo el dominio de la Gracia (Rm 6,15) que nos mueve a ser testigos (Hch 1,8). En efecto, por la fidelidad de Cristo hemos sido liberados todos (1Cor 15,21-22.45), y por ello estamos comprometidos a testimoniar este gran misterio de su gratuidad, anunciando el evangelio de la Libertad a tiempo y destiempo en fidelidad a Cristo (Lc 4,18-19; Is 61,12), evangelio de la verdad, del Amor. Con Este amor, con que Cristo nos ha liberado, nos invita a liberar (y permanecer en el amor) hasta dar la vida si fuese necesario (Jn 15,9.13-15).

El Ser mercedario implica esta acreditación: testimoniar el amor de Cristo, viviendo la caridad perfecta, persiguiendo el ideal mercedario, abrirse a la Gracia del Espíritu Santificador, imitar a María, vivir apasionadamente por la libertad y morir por ella si es necesario. Este amor de Dios, es la única clave para entender el mundo, es la puerta para la transformación de la historia y de la humanidad (Cf. Gaudium et Spes no 39; Novo Millennio Ineunte no 29; Ecclesia in América no44).

Uno de los frutos del amor de Dios es la Unidad. Si hay unidad entonces hay Amor y libertad, el hombre encuentra un espacio para realizarse en la Gracia: unidad entre todos los hermanos, unidad con los pastores, unidad con quienes los guían, unidad en el carisma, unidad con los cristianos siendo una sola Iglesia. Termino esta “breve reflexión” encomendándolos a cada uno al Espíritu que Anima nuestra Vida.

5. Queridos hermanos, en Dios uno y trino – a quien Adoro, Amo y en quien está mi Esperanza – me despido. Deseando fervientemente que Dios – el Padre que creó con amor todo cuanto existe, el Hijo que redimió con el mismo amor todo cuanto fue creado, y el Espíritu Santo que anima y continúa embelleciendo con santidad todo cuanto fue creado y redimido con amor – los bendiga, y anime vuestra vida: que cada cosa que hagamos sea para agradar a Dios (Col 3,23-24; 1Cor 10,31), y así seremos sus verdaderos hijos en Cristo Redentor y María de la Merced. Nuestro Padre San Pedro Nolasco, el mejor “Oidor” de la voluntad Trinitaria por medio de María, también eleve vuestras intenciones y gozos a Dios, y los confirme en la fe de Jesucristo redentor, los proteja y anime en esta pasión: ¡Pasión por la Libertad, por la Liberación! … ¡Pasión por Cristo! .

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“Nuestra Madre” María de la Merced.

 Actualidad y relectura según los signos de los tiempos

P. Fr. Juan Carlos Saavedra Lucho, O. de M.

    “Durante siglos nuestra Madre de la Merced ha sido prototipo y garantía de liberación en favor de los cautivos. Un mundo anhelante y oprimido tiene necesidad de que la Madre de Dios continúe mostrándose como signo de amor, libertad y esperanza. Esforcémonos por vivir la devoción a María y por presentarla al mundo con palabras y gestos nuevos, teniendo presente que para los hombres que anhelan redención, Jesús se halla de nuevo, como en otro tiempo en brazos de María”*.

1. Premisas generales.

Abordar el tema sobre María es ahondar el rol preponderante de la mujer como obra calificada de la gratuidad misericordiosa de Dios. No cabe duda, que en los últimos años de reflexión teológica los enfoques narrativos nos han permitido ver a la Madre de Dios y de la Iglesia en el acontecer de los pueblos según los signos de los tiempos. Es por ello, que desterrando tantos signos de marginación, machismo, desproporción, cinismo, oportunismo y manipulación de la mujer tenemos que reconocer que hoy más que nunca la Virgen María nos habla de Dios en su calidad de mujer.

Ciertamente, la “bendita entre las mujeres” es un referente del maravilloso devenir de la historia de la salvación; sobretodo, cuando pensamos en la característica evangélica de la alternativa; es decir, el milagro de la encarnación como la clara síntesis de la fuerza del Espíritu divino plasmado en la misión materna de María de Nazaret. Trayendo a la memoria la “Oración total” del poeta trujillano Alejandro Romualdo podemos  comenzar a delinear el esbozo del presente artículo diciendo juntos: “En el nombre del padre, del hijo y de la madre; en el nombre del hombre, del pan y del espíritu, …”[1] integrando así nuestra confianza en la fe en Dios y en María de la Merced.

Sintetizando los pormenores de la histórica Orden de la Merced fundada por san Pedro Nolasco el 10 de agosto de 1218 en Barcelona – España, tenemos que reconocer que la Orden redentora fundamentada en los aspectos bíblicos, teológicos y magisteriales se ha renovado eclesialmente a la luz del Concilio Ecuménico Vaticano II. Motivo por el cual, presenta su obra, carisma y espiritualidad liberadora como una fuerza centrípeta e centrífuga en la dinámica de reflexión y evangelización del Pueblo de Dios en torno a Cristo Redentor[2].

Inculturando constantemente el evangelio del Dios de la Vida con principios de libertad y asumiendo los retos y desafíos de los tiempos nuevos, la Orden de la Merced está llamada a despertar el interés de lo que ha significado hasta hoy la Doctrina Social de la Iglesia por la causa de los débiles y despreciados de esta sociedad. De tal manera, que en su caminar evangelizador se ha consolidado en la misión de difundir la Buena Nueva frente a un mundo de los pobres entre muchos pobres, de marginados y desterrados[3], quienes siendo coaptados de su fe y razón de ser personas siguen siendo los personajes desplazados por un mundo globalizado y ambivalente. Es por ello, que todos los religiosos mercedarios siguiendo las huellas del Señor resucitado, con certeza y humildad nos consagramos hasta hoy con un voto particular que imprime el carácter de “dar la vida si fuere necesario” por medio del Cuarto Voto de redención (cf. COM 13-16) en favor de aquellos que viviendo entre peligros y ansiedades se encuentran en una situación precaria y degradante que afecta la dignidad de la persona humana[4].

Actualizando el ideal del fundador, y fortalecidos con la cooperación de María (LG 63), la Madre del Señor, los mercedarios como hijos de Dios creados a imagen y semejanza divina (Gn 1,26-27) reconocemos que tenemos una madre del cielo que en lenguaje carismático se llama santa María de la liberación[5]. Constantemente animados por el Espíritu del Señor donde se halla la libertad (cf. 2 Co 3,17) reconocemos que la teología contemporánea inagotable en su reflexión comprende a la Nueva Eva en el “hecho” y el “significado” como la humilde parte de la historia verdaderamente humana[6]. Ella, prototipo del pueblo de Israel e Hija de Sión[7], en quien Dios ha escogido el modo de revelarse asímismo, viene contemplada como microhistoria de la salvación[8] en el dinamismo de una Iglesia que buscando el verdadero rostro del Señor (Jn 12,21) ha visto en María la luz significativa desde la Encarnación hasta la escatología[9].

Si actualizamos lo que escribía en 1964 el mariólogo de la Orden de los Siervos de María, fray Gabriele Roschini, sobre la advocación y título atribuído a la Virgen de la Merced podemos decir que sobretodo hoy “… [tiene] más urgencia que nunca, porque en una época de sufrimiento y privación de la libertad [nos hace] pensar en la Iglesia del silencio, dentro y fuera de los países civilizados donde [surgen] situaciones de cárcel, prisión, y coacción física[10]; lo cual, permitirá la consolidación de un serio análisis teológico-pastoral en torno a la Maternidad, Virginidad y Santidad de la primera persona que le vió el rostro a la Esperanza[11].

Es oportuno recordar también al teólogo Xabier Pikaza, quien hablando de la advocación mariano-mercedario-redentora afirmaba que antes se había vivido la presencia de María en dos formas: una devocional y otra tradicional. Sin embargo, a la luz de los temas conciliares, la influencia de la Teología de la liberación y las conclusiones del documento de Puebla se había redescubierto el tesoro mariano-espiritual de la Orden, considerando dos aspectos dentro del panorama evangelizador: el carácter operativo y su impulso misionero; con los cuales se entendía mejor a la Madre de Dios y su participación entre los hombres[12].

Revalorando los postulados del renovado Concilio sobre el retorno a las fuentes, a nivel mariano es un deber para todo mercedario realizar una lectura de revisión y profundización empeñativa de lo que es y significa la Bienaventurada Virgen María en la Orden de la Merced. Para ello, parto del principio que la reflexión mercedaria es una teología de la misericordia, de la alegre esperanza y de la gozosa reconciliación con una dimensión liberadora en la fe; de tal manera, que al inculturar el evangelio en línea de mariología social trata de ser constitutiva a la teología cristiana. En el caso de las constituciones mercedarias promulgadas por el P. Maestro General Fr. Domenico Acquaro en 1986 encontramos un espacio propicio hacia la proyección y propuesta en vias de fundamentar una Mariología mercedaria en contexto; la misma que está ligada a la base histórico-teológica comprometida en la redención de cautivos y en las Nuevas Formas de cautividad actual (cf. COM 2, 4,7,23).

Si consideramos que la teología social está llamada a encontrar su realización en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia (cf. 1 Co 12,12-14) y que el hombre por naturaleza es un ser social (cf. Gn 2,18-23), el mercedario en su relación con los hermanos no sólo ve la llaga que se extiende en la carne de los pobres y cautivos, sino que en su gran deseo de participar de la fuente salvífica donde emana sangre y agua del costado de Cristo (Jn 19,34), mira a la Virgen María en su aguda percepción del misterio desde la Anunciación hasta pasar por  la cruz redentora en línea de comunión eclesial.

Pero, sabemos que el amor para con la madre no debe ser sólo visceral, de puro sentimiento y emoción externa que puede quedarse en la superficie sin entrar en la mente y el corazón, sino que al ser entendida como shekinah (tienda) y rehem (útero, seno maternal) se convierta en el lugar del cuidado, de la defensa, del crecimiento y de la vida misma asimilada por la inteligencia y voluntad para captar mejor la profundidad de Dios. El campo de la mariología social al encontrarse en un estado de crecimiento reflexivo “es un tratado teológico en curso, representado como una cantera abierta de investigación”[13]. De tal modo, que se puede contemplar la figura relevante de María de Nazaret desde la base de un pueblo que siendo partícipe de los usos y costumbres ancestrales viene proyectando una religiosidad popular y piedad mariana digna de analizar en todos los tiempos.

Es verdad, no podemos dejar de lado el contexto doctrinal porque la lex credendi debe vincularse continuamente con la lex orandi y sea el impulso de una lex agendi donde la espiritualidad y la ética social puedan desarrollarse en línea de gratuidad salvífica. No cabe duda, que el influjo del pensamiento religioso en la sociedad continúa siendo un patrón de transformación y cambio entre las culturas y civilizaciones de hoy. Por ello, es clave discernir que del modo como es y será presentado Cristo y María en la vida social dependerá el crecimiento de nuestra fe cristiana.

2. Apuntes para una Mariología social mercedaria.

Si nos situamos en el profundo legamen que ha tenido la España mariana en su encuentro con los pueblos evangelizados de América debo decir que ha sido  particularmente significativa; de tal modo que la Virgen de la Merced llevada por tantos misioneros a tierras de inculturación del evangelio, hasta hoy sigue resonando en el corazón de los hombres como la Madre del Redentor y de los pueblos cristianizados tanto en Europa como en el contexto peruano-latinoamericano.

Por su mediación y presencia continua en las causas de la salvación ella ha sido proclamada como la gran protagonista de la historia[14]. Vista como mujer y madre liberadora, auxilio de los cristianos cautivos, protectora de las ciudades, madre de los patriotas e indígenas oprimidos, “Patrona y Directora de la causa de la Independencia”[15]; la Virgen María de la Merced es la figura culminante de cada liberación en el seno de la Iglesia que peregrina por amor a la libertad y la esperanza cristiana[16].

Es innegable su papel relevante en la sociedad, sobretodo cuando ha sabido mostrar la conjugación del clamor de la redención, la vuelta a la tierra y la conquista de la libertad, que naturalmente son signos del amor de Dios. Todo ello, ha provocado un intenso culto y admiración por la Madre del Redentor, se han edificado conventos, iglesias, capillas, basílicas, donde se refleja la via mariana de la Merced[17]; aún más, se han organizado procesiones, marchas, fiestas, encuentros y acciones de gracias a Dios[18].  Gobernantes de las naciones, pueblo emancipado y fieles en general han tributado honor y culto a la madre mercedaria.

En torno a este camino de popularidad materna han surgido bulas papales, escritos eclesiásticos, leyes legislativas y reconocimientos por doquier. En todo ello, se han inspirado escritores y artistas, literatos, poetas, músicos y cantores que han recreado el arte y la cultura en todas sus dimensiones[19]. María por su merced y misericordia, por su ser madre liberadora de cautivos al recorrer el camino de la fe, como signo de la humanidad sufriente ha sabido presentarse como ofrenda en gesto de amor con apertura al Reino, donde ha ganado un puesto de honor en la sociedad cristiana. En algunos lugares donde a veces se opina que hay un trasfondo de maximalismo mariano-cultural patriótico se ha convertido en simbolo nacional (Patrona de las Armas nacionales, Generala, Mariscala); pero mejor aún, su reconocimiento materno es universal.

2.1. María, mujer inculturada, madre de acción y liberación.

Partiendo del principio que para ser libres nos liberó Cristo, la familia mercedaria llamada a la libertad  (Ga 5,1.13) a ejemplo de Jesús quien evangeliza a los hombres (Mt 11,7ss.) en su unidad con María nos invita a ser levadura y fermento de caridad en favor de la humanidad que sufre y suplica la salvación (Mt 25,40). Esta complejidad del mensaje promocional dignificante de la Merced se ve reflejado en las notas mariano-constitucionales de 1986; por el cual, me atrevo a decir que la Virgen María no sólo es insinuación simbólica textual, ni puro recuerdo del pasado, o una idea pura en la que basamos nuestra espiritualidad y devoción mariana; sino, que ella siendo arquetipo eclesial del cristiano viene propuesta como memoria viva convertida en “presencia”, “inspiración” y “fuerza de liberación” en el fiel compromiso de nuestro existir cotidiano[20].

A continuación presento las siguientes formulaciones que nos pueden ayudar a considerar el modo de entender la presencia de María en la dinámica evangelizadora mercedaria, experimentando que la santa Virgen con su belleza y oblatividad total de su amor, en línea de fidelidad, nos permite interiorizar la dimensión de consagración, comunión y misión que ha inspirado la Orden de la Merced. Valorando el rol de aquella mujer libre y modelo femenino en la vida de los hombres, María vista como el evangelio viviente para la primitiva comunidad se presenta también como el recuerdo vivo de Jesús entre nosotros.

En este ámbito de reflexión me viene a la mente una inquietud plasmada en la siguiente interrogante: ¿La Virgen María de la Merced sigue siendo la imagen ideal para el mercedario y el hombre de hoy?. Respondiendo afirmativamente, pienso que la “ejemplaridad” y “valiosa presencia” de María en vista de alcanzar una metamorfosis transformante como hombres nuevos (Col 3,10) nos ayudará a ser fieles constructores de la nueva civilización del amor.

Para entender su presencia y su empeño social de evangelización, me parece necesario tener en cuenta las siguientes premisas que abordan y canalizan la cuestión bíblica, histórico-mariana en el acontecer mercedario:

2.1.1. María, es presencia histórica y prototipo cultural entre los pueblos.

Ella, la mujer judía, esposa del carpintero, madre del condenado a muerte, inmersa en un pueblo sediento de salvación es madre inculturada en la Merced.

La madre del Verbo encarnado al ser considerada un dato revelado de nuestra fe es persona en la historia cultural del pueblo judío en tiempos de Jesús. Ella en su calidad materno-espiritual de nuestra familia redentora, desde su aparición en la ciudad de Barcelona hasta la difusión de su advocación por el mundo nos ha mostrado su participación activa en diversos espacios de inculturación desde el siglo XIII hasta hoy.

Bíblicamente hablando tenemos que reconocer que la joven nazaretana participando del maravilloso evento de la encarnación, como Madre de Dios y de los vivientes, de los periféricos y desterrados ha sido una mujer de experiencias vitales. Su identidad judaica, su percepción por la vida, su admiración y realización del cumplimiento de su fiat amoroso la han colocado como mujer y madre prototipo de inculturación del evangelio de Cristo entre los pueblos.

Ella misma, conociendo en carne propia la riqueza y la pobreza de sus conciudadanos, escuchando el llanto lastimero de los leprosos, enfermos y oprimidos, sufriendo la persecución y migración viene considerada como el modelo personificante capaz de soportar las duras pruebas de la vida. Su acción y liberación integrado en su mensaje de misericordia nos ha mostrado la clave para seguir a su Hijo Jesús; de tal manera que su actitud discipular nos indica constantemente el camino hacia la gracia. Interesada por los hijos predilectos de Jesús, la Virgen María experimentada en la marginalidad nos impulsa a ser peregrinos en la fe buscando los nuevos espacios de cautividad actual.

2.1.2. Su vida está centrada en la dimensión ejemplar de la familiaridad con Dios y con los hombres.

Como Madre de Cristo y de la Iglesia, la Madre del Hijo de Dios es modelo de madre de familia para la sociedad actual. Ella es espacio de reunión, el “focolar” del hogar, la que  inspira y promociona toda  la misión de la Familia mercedaria.

Modelada en la sagrada familia de Nazaret, la Madre de Dios vista desde nuestra perspectiva redentora es redimensionada como persona llena del Espíritu en la constante disponibilidad para aceptar los ofrecimientos divinos. En su calidad de ser la elegida de Dios, embarazada por obra y gracia del Espíritu santo sin conocer hombre alguno, dispuesta a levantarse y trasladarse de un lugar a otro, de Belén a Egipto, de Nazaret a Jerusalén, de la periferia hacia el centro y viceversa, ha sabido enfrentar las contrariedades presentes en la vida cotidiana.

Vista en el evangelio como la Virgen tratada por Dios como una “libertad” que se realiza respondiendo responsablemente a los signos de Dios, madurando en la reflexión su actitud de fe y donación[21] se presenta como madre llena de vitalidades que forma, conforma y es parte integrante en la Orden de la Merced cimentada en la Santísima Trinidad y en el esquema tripartito familiar (Nolasco: nuestro padre; María: nuestra madre; mercedarios: hijos de Dios y de María). Su principio materno la configura como Madre del Redentor en cuanto fue preanunciada por los profetas, desposada con José y partícipe del don de la vida.

La Virgen María, visitada por pastores y magos, perseguida por los poderes terrenales a causa de su Hijo es la figura dialogante que actualiza su encuentro con el ángel, con su pariente Isabel, con el adolescente perdido y hallado en el Templo. Como signo expresivo para “hacer lo que Él nos mande” (Jn 2,5) es también el modelo de las personas que saben conservar muchas cosas en su corazón (Lc 2,19.51). Revalorizada como la mujer fuerte desde su fiat materno hasta el pie de la cruz, cada uno de estos argumentos nos permiten enfatizar nuestro interés en el aspecto social de una María activa en su relación con los signos de los tiempos.

2.1.3. Su carácter profético es signo de interés en, por y para la humanidad.

Como evocadora de la libertad y real testimonio de Dios, María se presenta como gesto y palabra de identificación cristiana comprometida en acciones concretas para el bien común de los pueblos. Su capacidad de convocatoria es signo de una Madre del pueblo que reúne, expone sus ideales y lucha por sus hijos con lealtad.

Relacionada litúrgicamente con Judit quien comenzó a cantar a Dios después que  liberó a su pueblo de las manos de Holofernes (cf. Jdt 16,1-17), María de la Merced en su actitud dialogante con Nolasco viene predicada como inspiradora de esta obra liberadora; Ella, al ser la llena de gracia es nuestra fuerza espiritual, orante y reveladora de los secretos de Dios. Así pues, el evangelio siendo mensaje de libertad y fuerza de liberación de nuestros tiempos[22] nos presenta a María como ejemplo de la unicidad y pluralidad de voces, tal como viene expuesto en el pasaje bisagra entre los anuncios y nacimientos del evangelio lucano de la infancia (Lc 1,39-56). Su canto nos sugiere la fisonomía de nuestro trabajo liberador, en cuanto que nuestra opción por difundir una teología de la libertad y de la liberación (cf. Libertatis conscientia, 98) nos exige a participar en la búsqueda de la verdad y la justicia orientada a la comunión con Dios que es causa de salvación para toda la humanidad.

En el camino cristiano de la libertad, la Virgen María como figura de esperanza activa en los cambios del mundo en vista de la Alianza, es figura estimulante de liberación en el ámbito eclesial[23]. Ella es la voz de los pueblos, que suplica la libertad de los afligidos de este mundo, del nuevo pueblo de Israel y de la comunidad mesiánica en la cual los poderosos son depuestos, los soberbios humillados, los humildes exaltados, los ricos vacíos y los pobres colmados (cf. Lc 1,50-55). Ella misma es la persona de fe heróica, sostenida y mantenida por su confianza en el misterio a través de los años de la vida pública de Jesús. Para el mercedario, representa el “plan” materno de Dios y la “agenda de actividades salvíficas”, “espejo de la caridad” y la “fuerza de la Iglesia misionera” que peregrina constantemente para presentar la verdadera libertad: Cristo Jesús.

El P. Fr. Alfonso Morales habla de un “instinto mariano mercedario”[24] que a mi parecer nos ha impulsado a la acción carismática de la redención donde se ha percibido la expresión de la libertad anunciada por Jesús. La palabra y gesto, individuado en la mente y el corazón, en el vientre y labios de María nos permiten afrontar la cautividad con dimensión de esperanza.

2.1.4. La visita y liberación son signos de su presencia.

Como cantora de la libertad en perspectiva de solidaridad comprometida en la misión de su Hijo, María, la discípula fiel y ejemplo de iniciativas libres es sugerencia, animación y motivación en la toma de decisiones mercedarias.

La Orden de la Merced inspirada en las acciones redentoras de Jesús de Nazaret, quien se ha coronado como el revelador del Padre y ha superado las profundas visiones y esperas del Antiguo Testamento interiorizadas en María de Nazaret[25], “patentiza, manifesta y hace presente la misericordia de María para con los cautivos, marginados y oprimidos”[26]. Como admiradores de la libertad y cantores de la supremacía del Dios rico en misericordia, a ejemplo de la madre de la Visitación y mujer del Magnificat, los mercedarios encarnando la Palabra del Señor con la propia vida proclamamos las maravillas que Dios ha hecho con nosotros. La Virgen María es en término de maternidad, misericordia y gracia, la ejemplificación del amor redentor de Dios. En línea soteriológica en su relación ético-social, ella como mujer de fe comprometida se hace eco de la libertad cuya raíz es la liberación.

La Merced de María cuya opción y amor preferencial por los pobres y cautivos han determinado su misión redentora en la Iglesia (cf. Puebla 1145; Redemptoris Mater, 37) no se presenta como una teología exclusivista por amor a los pobres y humildes, sino inclusiva en la doctrina y en los momentos presentes de la vida eclesial donde se muestran los caminos propicios para exponer una verdadera teología de la libertad articulando la salvación divina y la liberación humana.

En este sentido, el proyecto de vida de nuestra Orden nos presentaa a María como el modelo eclesial de los redentores mercedarios. Entendida como madre de los cautivos y redentores (cf. COM 7) en su condición de esclava y sierva que nada tiene en el fiel cumplimiento de los hechos divinos, la espiritual fundadora de la Orden siendo modelada en la santidad de su Hijo es signo del claro despojo y opción por las cosas otorgadas por Dios. Ella es madre de la hora mercedaria, que en tiempos límites se presenta como madre de los afligidos en lenguaje de Visitación.

Saludada la llena de gracia y anunciada como la bienaventurada por excelencia, la Virgen Madre de Dios se presenta entre nosotros como integrante de una auténtica teología que predica la justicia, la paz, el amor y el respeto de la persona humana. La visita mercedaria como intuición a la reconciliación con Dios que siempre visita a su pueblo viene entendida como signo de encarnación (Dios se hizo hombre), inserción (nació del seno de santa María) y salvación (murió por nuestros pecados). Bajo esta triple perspectiva de la donación del amor de Dios para los hombres, se puede relacionar el rol y la participación de la Madre del Redentor quien siendo modelo de visitación, también es visitada por los hombres que creen en el Hijo de Dios.

De tal modo, que el gesto y la actitud de la Madre del Señor para con su pariente Isabel nos invita a pensar en el saludo y la exaltación de la Maternidad divina de María, la cual viene entendida como el momento culmen de la gracia distribuída por Dios que ha provocado la alegría mesiánica, la reciprocidad y la solidaridad en el reconocimiento de la profecía cumplida e indicio de veneración para aceptar un mundo de cambios y parabienes[27]. Así pues, la visita y liberación practicada por los redentores mercedarios nos indican el modo de cómo salir de la invisibilidad, de la oscuridad hacia la luz, alcanzando la empatía personal y comunitaria donde la interrelación del yo con el y el nosotros es valorado como el gran encuentro de los hombres con Dios.

Sabemos que la primavera de María es transmitida en su canto profético de libertad, ellaanuncia las maravillas de Dios porque el Señor ha hecho obras grandes por ella y por su pueblo (cf. Lc 1,49); por eso, como Madre nos introduce como hermana mayor en el lugar de la exigencia, en el terreno de los desplazados, en el mundo de los cautivos. Como belleza de todo lo creado se presenta como el icono escatológico que expresa la plena redención de la humanidad (LG 68).

Su carácter de anuncio y denuncia nos impulsa a ser partícipes de la profunda inversión de valores, actitudes y situaciones que lleva consigo la aceptación leal del Evangelio de Jesús. Ella es la Virgen que canta la realización iniciada en su seno, la misma que prefigura la promoción de todos los hombres a la condición de hijos en un sentido de servicio al margen de los esquemas de este mundo[28]. María del Magnificat como palabra social es el alma de Israel y de los pueblos elegidos por Dios, cuyo deseo es anunciar y expandir el mensaje de solidaridad y esperanza que puede reivindicar a la humanidad pobre, sufriente y humillada por los dioses de este mundo, pero sorprendida por la ternura concreta de Dios[29]. Su canto no es una revolución social con armas ni fuego, cuyo tipo de violencia genera más violencia; sino la entrega de los valores evangélicos a los pobres[30].

Ella misma, nos hace ver las necesidades de los desplazados, es la mujer proyectada en la esperanza que luchando contra toda desesperanza nos invita a ser libres y emancipados para participar en el conocimiento de Dios[31]. Su postura no es machista ni feminista; pero sí debemos reconocerla como una mujer que lucha y se interesa por su pueblo. María es la persona elegida para una causa sublime entre los hombres; es la esclava del Señor, libre para escuchar, decidir, levantarse, visitar y servir con la condición de ser fiel a la voluntad de Dios, su Salvador.

Englobando este punto, quizás pueda sorprender, cuando se habla de María como una persona que “rompe esquemas establecidos” para concretar su acción en comunicación. Una mujer “extravagante” que en el buen sentido de la palabra precisa su acción libre y consciente, pero desacostumbrada y extraña para su tiempo (cf. Lc 1,26-27. Allí, donde la actividad femenina estaba reglamentada por el modus vivendi de una sociedad fuertemente machista, María se hizo presencia en los cauces de liberación[32]. Así pues, a ejemplo de la Virgen que se puso en camino para visitar a Isabel, el mercedario sale al encuentro de los cautivos para ofrecer la redención ofrecida por Jesús. La inmersión de María en la sociedad puede aperturar los caminos de reflexión para entender la Visitación como lenguaje de resurrección.

2.1.5. El fiat de María nos impulsa a ser promotores de evangelización.

En nuestra calidad de peregrinos por este mundo, los mercedarios siendo fuertes en la fe, eximios en la caridad y firmes en la esperanza asumimos el rol de María para vivir en libertad y convertirnos en signos de liberación entre los hombres.

En los caminos de la evangelización, el mercedario a ejemplo del fiat de María se convierte en portador de Cristo Redentor y su mensaje misionero. Observando detenidamente el rol específico de la Madre de Dios en la misión salvífica de su Hijo, ve reflejado en María su protagonismo en la casa del pan (Belén) para participar en la casa de la Palabra (Visitación) y conservar muchas cosas en su corazón. La Virgen María, prototipo de la persona que busca y encuentra el tesoro perdido (Jesús con los doctores en el Templo) es signo de la maternidad espiritual (Cruz) cuya presencia orante (Cenáculo) nos impulsa a la redención (cf. Marialis cultus, 18).

Los hechos y palabras de María plasmadas en la oración liberadora por los cautivos de este mundo no sólo ven las contradicciones sociales, sino que aparecen como simbolo colectivo del pueblo de Dios con una sensibilidad a la esperanza y el cambio donde su personalidad corporativa eclesial nos invita a meditar en la actitud conciente y empeñada de aquella Madre cuyo deseo es invitarnos a seguir el camino de Jesús hasta el fin (cf. LG 63-64). Su mensaje de liberación la hace partícipe del fiel testimonio como madre de los pequeños, humildes y pobres, objetos del amor de Dios (cf. Libertatis conscientia, 21) que promueve la misión en favor de los amigos de Jesús (Jn 15,15). En este sentido, María de la Merced como madre de liberación que intercede por su pueblo angustiado, rodeado y cercado por fuerzas invasoras que denigran la persona humana es la madre intercesora con escapulario blanco, de los grilletes y cadenas rotas, que en el transcurrir de los siglos ha sido acogida como madre de misericordia y mediadora entre buenos y malos en las constantes luchas por la emancipación de los pueblos.

Renovado ahora el pensamiento mercedario en cuestión mariana, ve en Ella a la mujer fuerte y decidida que continúa dando ánimo y respiro a los seguidores de Cristo en las realidades contra el pecado; por eso, es invocada, venerada y honrada como la Madre de Dios, que sale al encuentro de los hermanos necesitados. La bienaventurada entre las naciones en la obra mercedaria es considerada la “novedad” y “adviento” de Dios, es la “llena de gracia”, la fiel “imitadora y discípula”, que en el camino de redención se presenta como la “inseparable compañera”[33] de aquellos hombres y mujeres, religiosos y laicos, quienes comprometidos en los caminos de liberación han sabido clarificar la representación escenográfica del camino de la cruz hacia la gloria, en base a una verdadera libertad alcanzada en Cristo Jesús.

En los tiempos actuales donde La Merced continúa difundiendo su carisma redentor en los diversos continentes, me hace pensar que así como Dios llama al hombre a la libertad (Ga 5,1) porque su vocación de ser libre está viva en todo momento (cf. Libertatis conscientia, 37) al ser partícipe de un mundo complejo lleno de cambios y nuevas emociones donde hemos experimentado las etapas de la oralidad, escribalidad y afianzada continuamente en la electronalidad, tenemos que reconocer que María es “líder de opinión”, “presencia” y “fortaleza” en la debilidad que abate el cáncer y el sida del egoísmo, la indiferencia y los abusos de la fuerza que degradan a la persona humana. Ella como madre que sufrió el exilio en el destierro de la historia (cf. Mt 2,13-15), una vez retornada al centro de la salvación reafirma en nosotros la gozosa esperanza de libertad ofrecida por Jesús en los momentos de su muerte y resurrección.

Bajo esta perspectiva, la teología mercedaria caminando con esperanza (cf. Novo millennio ineunte, 58) mira al hombre del Tercer milenio con un profundo contenido cristocéntrico para formar una verdadera espiritualidad de comunión que no se agote en la profundización del misterio, sino que abra nuevos caminos de liberación y así comprometernos en la promoción y dignidad de la persona humana. Una riqueza misionera que se tiene que convertir en signo renovado del – acontecimiento Jesús – en el terreno mercedario, llámese “restauración”, “resurrección”, “refundación”, “reinserción”, “recuperación”, “renovación”, “capacidad creativa”, “marketing”, “nueva evangelización” del carisma fundacional, entre prisa y paciencia, entre luces y sombras, infortunios y esperanzas que tiene como fin y meta la recapitulación del misterio de Dios entre los hombres.

La Merced de Santa María como continuadora de la obra redentora debe ser la efervescencia del quehacer cristiano para ofrecer la gracia misericordiosa de Dios en un espacio temporal donde las vías de salvación son necesarias en las horas límites y  emergentes[34]. Junto a María, la Madre de Dios y Madre nuestra quien desde el cielo continúa cumpliendo su oficio o munus materno cooperando en la obra de redención de su Hijo en la consideración que “las palabras mueven y los ejemplos arrastran” (Signum magnum, 10), estoy convencido que la Virgen de la Merced, como madre misericordiosa, y profetisa del Reino es la expresión de cómo Ella entra en el realismo de nuestra propia historia con una conciencia solidaria y comprometida en la liberación de los hijos de Dios[35].

Su canto en este mundo que busca rescatar a la persona humana para Dios es un imperativo de radicalidad que se desprende del amor divino por la justicia de los pueblos. Por ello, nuestra tarea como mercedarios será adaptarlo, actualizarlo y renovarlo con firmeza y aplomo evangélico unido a la consolidación de los principios y valores cristianos en conexión con las  bienaventuranzas ofrecidas por el Salvador. Invitados pues, a ser imitadores y servidores de Cristo en la recta administración de los misterios de Dios (1Co 4,1.16) e inmersos en las actitudes pedagógicas de María como portavoz de la prolongación amorosa de las realidades divinas, nuestra fe mercedaria debe impulsar el compromiso efectivo en la renovación de un mundo más justo, fraterno y solidario.

Unido al mensaje evangélico, a la cultura desde el medioevo hasta hoy, a la tradición eclesial mercedaria y a las Nuevas formas de cautividad actual, con el fiel deseo de estar disponible para visitar y liberar siempre al servicio del evangelio de la libertad expreso en voz alta las frases del papa Pablo VI en el santuario de Bonaria: ¡no podemos ser cristianos, sino somos marianos![36], reconociendo así la relación esencial, vital, providencial, que une a la Virgen María con Jesús; la cual indudablemente nos abre el camino que conduce a él. Atraído por el estilo de vida fraterna en comunidad, me uno en oración con los fundadores y figuras mercedarias que han sabido encontrarse con Cristo Redentor y María de la Merced en el camino de la historia, como por ejemplo:

–       Santa María de Cervellón, inspiradora de la monjas mercedarias;

–       Lutgarda Mas y Mateu, y las Mercedarias Misioneras de Barcelona;

–       María del Refugio Águilar, y las Mercedarias del Santísimo Sacramento;

–       María Teresa de Jesús Back, de las Suore della Mercede;

–       Margarita Maturrana, y las Mercedarias de Bérriz;

–       P. Juan Nepomuceno Zegrí, y las Mercedarias de la Caridad;

–       P. León Torres, y las Hermanas Mercedarias del Niño Jesús;

–       así como nuestros mártires de España, y la vida santificante que llevaron el Padre grande de Quito, Jesús Bolaños; y el P. Pedro Urraca de la Santísima Trinidad en el Perú; y otros frailes, monjas, religiosas y laicos que muriendo en olor de santidad han sabido exclamar que: María de la Merced, siendo Madre de la libertad, es la mujer fuerte, de todos y para todos; la misma que nos sigue ayudando a descubrir el plan de Dios con su propia vida de seguimiento al lado de su Hijo. Su actitud solidaria nos anima a ser colaboradores en la liberación del Pueblo de Dios.


¨ El autor del presente artículo es religioso de la Provincia Mercedaria del Perú, desde 1987. Realizó estudios de Filosofía y Teología en la Pontificia Facultad Teológica de Lima, además es Licenciado en Sagrada Teología con especialización en Mariología, grado académico obtenido en la Pontificia Facultad Teológica “Marianum” de Roma, en el año 2001.

* Cf. Mensaje y exhortación a la Orden, Capítulo General de 1974, en Boletín de la Orden de la Merced (=BOM) 46 (1974) 41-42.

[1] Considerado un poeta de renovación lírico-personal, Romualdo obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 1949. Cf. Alejandro Romualdo, Desde abajo, Edic. Tawantinsuyo, Lima 199?, 87.

[2] La Redención entendida como evento salvífico de amor trinitario de principio a fin (Jn 13,1) es central y significativa en la conciencia cristiana. Al profundizar el misterio de Dios con la inteligencia, pureza de corazón, y simplicidad de los pequeños y santos podemos leer en la cruz de Cristo (Fil 2, 8) el amor de Dios por la humanidad. Sobre el tema se puede reflexionar el: Mensaje del Capítulo General de 1998 que trata de releer a Cristo Redentor, Maestro y modelo del mercedario. Cf. Aa.Vv., Actas y documentos del  Capítulo General, San Felice Circeo, Italia 1998, en BOM 70, n. extraordinario (1998) 119-136; el mismo documento en Obra Mercedaria 53 (228) 29-47; Xabier Pikaza, La vida mercedaria según las Constituciones y la Regla [de san Agustín], en Aa.Vv., Espiritualidad mercedaria. Cristo Redentor, nuestro maestro y modelo, suscita la obra de “visitar y redimir” a los cautivos, III Curso de formación permanente, Curia general de la Orden, Roma 1999, 264-272. Respecto al carisma se puede ver: Ernesto González, El carisma mercedario en la historia, en Estudios 35 (1979) 5-32; 231-248; Aa.Vv., Carisma y espiritualidad de la Orden de la Merced, Roma 1979; Aa.Vv., Reflexiones acerca del carisma mercedario, Roma 1981; Elías Gómez, Sobre espiritualidad mercedaria, en Aa.Vv., La Orden de la Merced, Revista Estudios, Madrid 1970, 186-187. Otros documentos como: Comisión Teológica Internacional, Cuestiones selectas de Dios Redentor, en Gregorianum 78 (1997) 421-476; Idem, Dignidad y Derechos de la persona humana (1983), en Cándido Pozo (a cur.), Documentos 1969-1996 (BAC 587), Madrid 1998, 305-325; y/o La croce di Cristo speranza del cristiano. Il mistero della Redenzione, en La Civiltà Cattolica 152 (2001) vol. I, 547-559.

[3] Cf. Xabier Pikaza, Liberación Mercedaria, en Analecta Mercedaria (=AM) 2 (1983) 281-315; Idem, María liberadora. Trasfondo evangélico y novedad mariana del Magnificat, en Ephemerides Mariologicae 38 (1988) 295-334; Xabier Pikaza-Segundo Galilea, Libertad, en Nuevo Diccionario de Mariología, 1063-1090.

[4] Es verdad, que la dignidad inherente a creyentes y no creyentes muchas veces veces mal orientada y asumida pone en juego la constitución unitaria del ser humano, coapta su libertad, lo hace indigno de su conciencia moral y lo encamina aceleradamente en el máximo enigma de la vida humana, la muerte. Por ello, nuestra misión está en anunciar el Evangelio que proclama la libertad de los hijos de Dios, rechazando todas las esclavitudes que derivan en última instancia del pecado. La dignidad humana requiere por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección La temática y publicaciones sobre los Deberes y Derechos de la persona humana es inagotable. Para un acercamiento del tema, se puede consultar el: Concilio Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 07-12-1965, nn. 12-22. 41, en AAS 58 (1966) 1025-1120; EV/1, 791-813. También es interesante la intervención del papa Juan Pablo II en la reunión promovida por la Organización de las Naciones Unidas en el vigésimo aniversario de la declaración de los Derechos del hombre (cf. Pablo VI, Mensaje en la Conferencia Internacional de Teherán Nous avons apprais, 15-04-1968, en AAS 60 (1968) 283-286; EV/S1, 144-151). En línea carismático-mercedaria están los trabajos editados por el Instituto Histórico de la Orden, como son: Aa.Vv., Los mercedarios y la Nueva Evangelización. Mensaje del Capítulo General de la Orden de la Merced, Roma 1992; Luis de Brito, Misión redentora y Nuevas formas de cautividad. Reflexiones sobre la palabra mercedaria, Roma 1996, Anselmo Espinoza, La persecución religiosa y el carisma mercedario, Roma 1999.

[5] Cf. Xabier Pikaza, La Madre de Jesús. Introducción a la Mariología, Sígueme, Salamanca 1990, 182; Idem, Santa María de la Merced. Introducción bíblica, Subsidios 1, Roma 1995, 148-171; Mercedes Navarro, María, la mujer. Ensayo psicológico-bíblico, Publicaciones Claretianas, Madrid 1987, 258-277.

[6] Bruno Forte, Maria, la mujer icono del Misterio. Ensayo de Mariología simbólico-narrativa, Sígueme, Salamanca 1993, 9.

[7] Teólogos, mariólogos y biblistas hablando de la cuestión tipológica de María reconocen que el P. Lyonnet en su artículo publicado en 1939 en la Revista Bíblica aperturó el camino de reflexión entre la relación del saludo del ángel con la Hija de Sión profetizada en el Antiguo Testamento (cf. E. G. Mori, Hija de Sión, en Nuevo Diccionario de Mariología, 824-834; STefano De Fiores, María en la teología contemporánea, Sígueme, Salamanca 1991,50; I. de la Potterie, La figlia di Sion. Lo sfondo della Mariologia dopo il Concilio, en La Civiltá Cattolica 39 (1988) vol. 4, 535-549; Xabier Pikaza, Hija de Sión, origen y desarrollo del símbolo, en Ephemerides Mariologicae 44 (1999) 9-43.

[8] Stefano de Fiores, Maria, Madre di Gesú. Sintesis stórico-salvifica, Corso di Teologia Sistematica 6, EDB, Bologna 1992, 47-52; 199-211.

[9] Cf. René Laurentin, Maria chiave del Mistero cristiano, Cinisello Balsano 1996, 6.

[10] Cf. Gabriel M. Roschini, Merced, en Diccionario Mariano, Ed. Litúrgica Española, Barcelona 1964, 443-445.

[11] Carlos Cardenal Oviedo Cavada, Documentos pastorales, I, Santiago 1998, 56.

[12] Cf. Xabier Pikaza, María de la Merced, Redentora, en Marianum 45 (1983)583-584.

[13] Algunas consideraciones sobre María y lo social en: Clodovis Boff, Mariología sociale, Facoltá Teologica Marianum, Roma 2001, 7; Idem, Dogmas marianos y política, en Marianum 62 (2000) 77-167; Xabier Pikaza, Palabra social, en La Madre de Jesús…cit., 139-144; C. Escudero Freire, María pobre, asociada a la liberación de Jesús, en Ephemerides Mariologicae 29 (1979) 33-52; Víctor Codina, Mariología desde los pobres, en Ephemerides Mariologicae 47 (1997) 223-236.

[14] Cf. Xabier Pikaza, Maria, la prima persona della storia, en Aa.Vv., Come si manifesta in Maria la dignità della donna, Centro di Cultura Mariana “Mater Ecclesiae”, Roma 1990, 10-47.

[15] Así viene anotado el título particular de la Virgen, en el Libro de Crónicas del Archivo Mercedario de Arequipa (=AMA), nº 5, folio 67v. (el texto hace alusión al Decreto del 17 de julio de 1832; y dice: véase además Ley del 1º de octubre de 1839, del 13 de mayo y 1º de julio de 1848).

[16] Algunos apuntes para profundizar sobre María de la Merced: Gumersindo Placer,“La Virgen de la Merced, Patrona de Jeréz de la Frontera”, en BOM 26 (1954) 25-32; Alfonso Morales, La Santísima Virgen de la Merced en Chile, en AM 5 (1986) 175-195; José Brunet, La Virgen de la Merced y sus diversos patronazgos en la república Argentina, en AM 6 (1987) 201-284; Hilda Zerdá, La verdad sobre la imagen de la Merced, a la cual Belgrano entregó su bastón de mando el 27 de octubre de 1812, en Estudios 46 (1990) 21-36; Cayetano Bruno, Nuestra Señora de las Mercedes en la vida del General Belgrano, en AM  11 (1992) 339-394.

[17] Por citar un ejemplo tenemos el libro del P. Manuel Rodríguez Carrajo, Santuarios marianos mercedarios en España, Lancia, Madrid 1989. Además, una breve referencia al respecto se puede ver en mi artículos titulados: Una via mariana en la Basílica de la Merced de Lima,  en BOM (Perú) 19 (2000) 187-193; y La “Dolorosa de la Merced” y su Cofradía. Apuntes históricos sobre su devoción y culto en la Basílica Menor de Nuestra Señora de la Merced de Lima, en BOM (Perú) 2000 223-231.

[18] La propagación de la devoción mercedaria ha sido muy sentida en los lugares de evangelización redentora. Así lo esbozan algunos escritores: Joel L. Monroy, La Santísima Virgen de la Merced de Quito y su Santuario, Labor, Quito 1933, Idem, Miscelánea mercedaria, T. I, Labor, Quito 1939; Mario Tallei, La devoción a la Sma. Virgen de la Merced en el dpto. de Maipú, Argentina 1953; Idem, María de la Merced en Mendoza, en Estudios 138 (1982) 379-392; Severo Aparicio, La Virgen de la Merced Patrona de las Armas del Perú, en BOM 47 (1975) 331-334; Idem, Devoción a la Virgen de las Mercedes en el Perú. “Breve historia de su culto”, Cuzco 1980; José Vicente Agreda, Nuestra Señora de las Mercedes de Pasto, en Regina Mundi 17 (Bogotá 1983) 117-125, 249-260; Alfonso Morales, Historia General de la Orden de la Merced en Chile (1535-1831), Santiago 1983, 289-295; Antonio Rubino, I mercedari in Sardegna (1335-2000), en AM 19(2000) 231-234.

[19] A nivel de reflexión artística, literaria, antología, y poética publicada en los últimos años puedo mencionar a: Guillermo Hurtado, Antología Hispanoamericana a la Virgen María de la Merced, Los Andes, Quito 1978; Luis O. Proaño, La Virgen Quiteña de la Merced y sus  históricos trofeos, Quito 1978; Luis Vázquez, María en cuatro poetas mercedarios del s. XVII, en Estudios Marianos 49 (1984) 105-145; Juan Marcial Tejada, La Virgen de la Merced en la poesía, Amazonia Print, Lima 1996.

[20] Sobre el perfil mariano de nuestras Constituciones me remito a mi tesis de Licenciatura titulada:  La presencia de María en las Constituciones mercedarias (1986), Pontificia Facultad Teológica “Marianum”, Roma 2001-2002, 92 pp.

[21] S. de Fiores, Maria nella vita secondo lo Spirito, Piemme, Casale Monferrato 1998, 158.

[22] Cf. Congregación para la Doctrina de la fe, Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la liberación “Libertatis nuntius”, (Introducción), en AAS 76 (1984) 876; EV/9, 866.

[23] Cf. Gustavo Gutierrez, Teologia de la liberazione. Prospettive, Brescia 1972, 207. Sobre libertad, amor y solidaridad se puede ver en: Idem, Beber en su propio pozo, en el itinerario espiritual de un pueblo, Lima 1993, 124ss.; El Dios de la Vida, CEP, Lima 1989, 309ss.

[24] Cf. Alfonso Morales, Historia General de la Orden de la Merced en Chile (1535-1831)cit., 292.

[25] Cf. H. Urs von Balthasar, María hoy, Madrid 1988, 59.

[26] Jerónimo López, Santa María de la Merced. Breves reflexiones histórico-teológicas sobre su significado, en Estudios 44 (1988) 141.

[27] Sobre los indicios de veneración, interesantes los aportes que nos presenta el biblista Alberto Valentini, Lc 1,39-45: Primi indizi di venerazione della Madre del Signore, en Marianum 58 (1996) 329-352; Idem, La Madre del mio Signore (Editoriale), en Theotokos 5 (1997) 3-10.

[28] Cf. Antonio Calero, María en el misterio de Cristo y de la Iglesia, CCS, Madrid 1990, 108.

[29] Cf. Carlo María Martini, María, la  mujer de la reconciliación, 3ª ed., Sal Terrae, Santander 1987, 49.

[30] Alfonso Morales, María, Madre de Dios para los hombres, Santiago de Chile 1999, 69.

[31] Sobre el Magnificat y su importancia en la sociedad cristiana, en las teologías inculturadas, en la hora de los feminismos, y su carácter profético podemos profundizar en: Alberto Valentini, Il Magnificat. Genere letterario. Struttura. Esegesi, EDB, Bologna, 1987 (Interesante el Excursus V: Magnificat e beatitudine lucane, 225-230); Miguel Rubio, Un rostro nuevo de mujer. La figura cristiana de María en la hora de los feminismos, Madrid 1989, 145-148; José A. Domínguez, María, estrella de la evangelización. Madre de Dios y nuestra, Paulinas, Madrid 1991, 93-107; Xabier Pikaza, Santa María de la Merced… cit., 29-48.

[32] Cf. Demetria Ruiz, El Magnificat un canto para el Tercer milenio, BAC, Madrid 2000, 30.

[33] Cf. Mercedes Navarro, Epiritualidad mariana del Nuevo Testamento. María en los escritos de J .N. Zegrí, Madrid 1994; Xabier Pikaza, Santa María de la Merced … cit., 29-71.

[34] Invitado para dirigir una ponencia entre los religiosos mercedarios reunidos en Roma, el P. Ignazio Calabuig, Rector de la Pontificia Facultad Teológica “Marianum” abordó el tema de los “Elementos de espiritualidad mariana en la Orden de la Merced”, “Doctrina, espiritualidad, devoción a la luz de las Constituciones mercedarias”. Como síntesis de su aportación, presentaba la premisa genuina y mariana de la Orden, que llena de espiritualidad y tradición debería ser vivida; porque encontraba la importancia de su raiz trinitaria y las razones de su marianidad como motivos suficientes que permitían a los mercedarios ser continuadores de esta obra del Redentor. Destacando el binomio Visitar-Redimir (liberar) manifestaba que la visita en lenguaje mariano es la expresión de júbilo, danza, y descubrimiento del dato revelado; es decir, la alegría de salir del encierro, un viaje apostólico que nos recuerda la vida de Cristo en el seno de la Madre al encontrarse con su pariente Isabel. Por ello añadía, que el canto teológico del Magnificat tiene mucho que decir a la Orden de la Merced que realiza el proyecto liberador de Dios entre los hombres (cf. Registro radiofónico, en ponencias del V Curso de Espiritualidad mercedaria, Roma, del 2 al 26 de octubre del 2001).

[35] Algunos argumentos del aspecto mariano en la vivencia mercedaria podemos encontrar en: Aa.Vv., Summa Mariana Mercedaria, Alma Socia Christi, Vol. VII,Acta congressus mariologici-mariani Romae Anno Sancto MCML celebrati, Academia Mariana-Officium Libri Catholici, Romae 1952; José Delgado Varela, De vita mariologica-mariana apud Ordinem, B.M.V. de Mercede, en Ephemerides Mariologicae 7 (1957) 491-496; Antonio Rubino, Lineamienti di Spiritualitá mercedaria, Roma 1975, 171- 246; Sergio Vázquez, Marianismo en la Orden de la Merced, en Ephemerides Mariologicae 31 (1981) 101-118; Silvino Orellana, La Colecta de la Inmaculada Concepción en la espiritualidad de la Orden de la Merced (Tesis de Licencia), Pontificio Ateneo San Anselmo, Roma 1992; Anselmo Espinoza, La oración mercedaria, en Aa.Vv., Espiritualidad Mercedaria. Cristo Redentor, nuestro maestro y modelo suscita la obra de “visitar” y “redimir” a los cautivos. III Curso de formación permanente, Curia general, Roma 1999, 59-112.

[36] En la visita papal a este santuario dirigido por los Padres mercedarios de la Provincia Romana,, el Papa Pablo VI señalaba, que una mentalidad profana y un espíritu crítico no habían favorecido la devoción mariana. Por ello,era necesario mirar a María como la figura más perfecta de la semejanza a Cristo (cf. Pablo VI, Homilía en el santuario de Bonaria-Cagliari, 24-4-1970, en AAS 62 (1970) 295-30; Idem, Enseñanzas al pueblo de Dios, vol. 2, Ciudad del Vaticano, 1970, 298).

Imagen La Virgen de la Merced de Lima*

        P. Armando Nieto Vélez, s.j.

       Miembro de número de la Academia Nacional de Historia, Lima-Perú.

 La Iglesia limeña de la Merced fue construída durante el gobierno del virrey Marqués de Montesclaros, don Juan de Mendoza y Luna, a comienzos del siglo XVII. La imagen de Nuestra Señora ya se hallaba entronizada hacia 1615, pues a ella acudieron los devotos cuando el corsario holandés Jorge Spilberghen apareció en el Callao, ante un puerto que carecía de defensas. Lo cierto es que el corsario no osó atacar la capital, lo cual fue estimado como una singular protección de la Virgen sobre los habitantes de Lima.

En el siglo XVIII, la ciudad juró a la Virgen de la Merced como Patrona perpetua de los campos. En el acta del Ayuntamiento consta que el municipio de Lima hace promesa y voto de cuidar y atender a su mayor culto y veneración, asistiendo todos los años a la fiesta que se ha de celebrar el domingo de la infraoctava de su novena. Por ello, la fiesta del 24 de setiembre ha sido muy propia de la ciudad de Lima en todos los tiempos. Cuentan las crónicas que la milagrosa imagen fue llevada en 1729 a la basílica catedral para dedicarle fervientemente rogativas contra la esterilidad de la tierra y la pérdida de las cosechas.

Con la época de la independencia, el culto de Nuestra Señora de las Mercedes tomó nuevo impulso. La advocación mercedaria gozaba de predilección en la Expedición Libertadora del General San Martín cuando llegó a las costas de Pisco en setiembre de 1820. Asi como en el Río de la Plata, el general Belgrano la hizo protectora de la naciente República Argentina, así San Martín la nombró protectora de los ejércitos patriotas. Y el Presidente del Perú Marqués de Torre Tagle, el 22 de setiembre de 1823 la nombró Patrona de las Armas de la República. Recuerda el P. Vargas Ugarte que el decreto de Tagle fue ratificado por otro el 17 de julio de 1832; y por ley del 1º de octubre de 1839 el gobierno del general Gamarra dispuso que el Estado Peruano debía contribuir con 300 pesos a la fiesta religiosa.

Por muchos años el 24 de setiembre fue fiesta religiosa y civil. El gobierno en pleno asistía a la misa solemne que la comunidad mercedaria cantaba en honor de Nuestra Señora de la Merced, y delegaciones de las Fuerzas Armadas rendían culto a la imagen que salía en procesión por las calles adyacentes. Precedían a la imagen mariana las andas del Santo Fundador de la Orden de la Merced.

Con ocasión del centenario de la consumación de la Independencia, se verificó en 1924 la coronación canónica de la imagen en la Catedral de Lima. El Presidente de la República Augusto B. Leguía, con todo el gobierno asistió a la Basílica Mayor. Al final de la eucaristía el Arzobispo de Lima, Mons. Emilio Lissón, impuso la áurea corona a la imagen de la Virgen en el atrio de la Catedral, ante un inmenso gentío que llenaba la Plaza de Armas. Los diarios de la capital informaron que una cuadrilla de aeroplanos apareció en los cielos aunándose al homenaje del pueblo y de las tropas. Así mismo el Presidente Leguía puso en las manos de la Virgen el cetro de oro regalo del Ejército.

Finalmente como recuerdo personal, añadiremos que en diciembre de 1954, con motivo del V Congreso Eucarístico Nacional Mariano el gobierno decidió condecorar a la imagen de la Virgen de la Merced con la Orden del Sol. La ceremonia se realizó en el Campo de Marte. La imagen se hallaba a cierta altura, y el Presidente de la República, General de División Manuel A. Odría fue el encargado de ceñir la banda a la imagen. Subió los peldaños de una rústica escalera, pero sobrevino un momento de incómoda vacilación, el Jefe de Estado no podía alcanzar con los brazos levantados a colocar la banda por encima de la cabeza de la Virgen. Uno de los edecanes militares tuvo entonces una oportuna y salvadora idea ¡General, con la espada! – le sugirió al Presidente Odría – éste, valiéndose de la punta de la espada que le alcanzaba el oficial, hizo la maniobra entre los aplausos de la muchedumbre.


* El presente artículo fue publicado en el informativo del Estudiantado Mercedario del Perú:  Redemptoris Iuvenes , nº 3, del 24 de setiembre 1993, pp. 21-22.

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Maria PORTA FIDEI 

Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cf. Lc 1, 38). En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que hace en quienes se encomiendan a Él (cf. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad (cf. Lc 2, 6-7). Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes (cf. Mt 2, 13-15). Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta el Calvario (cf. Jn 19, 25-27). Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4).

Del: Motu propio PORTA FIDEI de Benedicto XVI, del 11 de octubre del 2011, n. 13.

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María de la Merced, presencia dinámica

en  la vida del mercedario hoy*.

P. Fr. Juan Carlos Saavedra Lucho, O. de M.

La Orden de la Merced desde el siglo XIII hasta hoy, continúa reafirmando la presencia de la Virgen María en la vida religiosa y apostolado mercedario. De tal manera, que la gloriosa siempre Virgen María, “Madre de Dios y tipo de la Iglesia” (Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium (=LG), 52.63) ejemplarmente anunciada en una mariología del compromiso cristiano se presenta como el dato esencial de la fe y de la vida de la Iglesia (cf. Juan Pablo II, Encíclica Redemptoris Mater (RM), 25); por el cual, descubrimos el hecho y el significado[1] de la persona que ha sabido acoger todos los anhelos de Dios.

María de la Merced, como madre de la esperanza, de la reconciliación y de la misericordia (cf. Juan Pablo II, Exhortación apostólica Dives in misericordia, 9) es modelo de fraternidad y comunión en la interacción con los hermanos, prefigurada en la relación junto a su Hijo (Mt 1-2; Lc 1-2; Jn 2,1-10) y los discípulos de Jesús (Hch 1,14). Ella, es pedagogía divina y escuela de libertad (Xabier Pikaza) donde se forja la comunidad cristiana para ser testimonio de la llamada de Dios con respuesta personal (fiat mercedario). Es la amiga de Dios y de los hermanos refigurada con los brazos abiertos para acoger a sus hijos bajo su manto maternal (en los últimos tiempos, la via de la belleza permite valorar la línea iconográfica en clave estética mariana). Ella es modelo contemplativo y camino hacia la gracia; aún más, es compañera de coro en la oración fraterna (cf. Pablo VI, Exhortación apostólica Marialis cultus [=MC], 16), porque su obrar en libertad junto a los evangelizados por su Hijo, la hace cercanía de amor oblativo en el ejercicio de la vida común.

El mercedario preocupado por conocer y amar a la Orden (Constituciones mercedarias de 1986,(=COM), 11) en su experiencia de seguimiento cristiano profundiza el rol materno de María para interpretar la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo (aspecto kerygmático de la vida cristiana). Así pues, la Santa Virgen es síntesis y amplitud de oración y contemplación, de alegría y sufrimiento, con rasgos de misericordia y comunión en configuración última con Cristo nuestro Salvador. Ella es mujer de raíces y contenidos profundos en la vida eclesial de los redentores mercedarios (Madre inspiradora y fundadora de su obra liberadora); su aspecto participativo en la redención (cf. LG 53) se muestra cada vez más cercana a la gloria y al dolor; festiva y gozosa como todas las madres al ver realizar pequeñas o grandes cosas a sus hijos (cf. Jn 2,1ss.); y a la vez, dolorosa luchando contra toda esperanza en los Gólgotas actuales donde se experimenta el sufrimiento, la necesidad, la oscuridad; pero también la plenitud de la vida cotidiana (cf. Jn 19,25-27).

Su presencia es la nitidez y consideración de lo que es y significa la Madre de Dios para el mercedario. Ella, es la gran protagonista de la historia (cf. Conclusiones de Puebla, 293)[2] encarnada e inculturada, en la que se manifiesta la gracia de Dios de una manera ejemplar en la relación del hombre con Dios (cf. Lc 1,28). La bienaventurada Virgen María siendo modelo eclesial evangelizador y evangelizante de los redimidos (dogma de la Immaculada Concepción) en busca de la glorificación celeste (dogma de la Asunción) al ser considerada como la más plenamente consagrada (Juan Pablo II, Redemptionis donum, 17) es expresión y manifestación del amor de Dios por el cual debemos ser testigos de la resurrección del Señor. Como compañera de camino es cooperadora en la obra de la redención (LG 61); por lo cual, es asimilada como la mujer fuerte con resonancia eclesial (cf. Marilis cultus, 13; Redemptoris Mater, 37) porque va acompañada de la Palabra de su Hijo que levanta a los caídos en peligros y ansiedades.

Reconocida como madre de los marginados[3] es comprendida como mujer de la alianza jamás interrumpida en la historia de la salvación (cf. LG 55: sobre la “hija de Sión”), modelo cumplido por el Señor y artífice de la sociedad terrena. El peculiar  calificativo de “Nuestra Madre” es para los mercedarios la expresión más comprometida para asimilar a Santa María de la como figura materna del Redentor en los caminos de liberación. Es por ello, que haciendo una reelectura del evangelio en línea del Magnificat (Lc 1,46-55) la Madre del Verbo encarnado es figura social de la feminilidad profética que “anuncia” las cosas grandes que el Señor ha hecho y “denuncia” las irregularidades de la vida concreta en situaciones de pecado y alejamiento de Dios. Además, ella como Madre de la educación inspira e instruye a sus hijos con amor (misión educativa  mercedaria) para que asuman con responsabilidad el misterio de Cristo Redentor, centro del cosmos y culmen de toda la humanidad (Juan Pablo II, Encíclica Redemptor hominis, 1).

A lo largo de la historia, los mercedarios en su proceso dinámico del testimonio de la Verdad presentan a María como la Madre del Redentor y de la redención de los cautivos (cf. COM 7) cuya presencia parte de la presencia de Cristo; sobretodo, cuando en la celebración del ciclo anual de los misterios del Señor, la santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, a quien los frailes y fraternidades laicales admiran y ensalzan como el fruto más espléndido de la redención (cf. Sacrosanctun Concilium [=SC] 7 y 103)[4]. Esta anámnesis operativa del Salvador celebrada por la comunidad de los fieles en cada eucaristía, nos permite acceder a la figura de aquella mujer que luchando entre el bien y el mal (cf. Gn 3,15; Ap 12), no como lucha de clases a veces idealizada o mal entendida, se concibe como presencia  significativa de esperanza y gracia que busca unir lucha (contra la serpiente y el dragón) y belleza (como gracia redentora de Cristo) en un mundo globalizado, computarizado, cibernético, cambiante y coyuntural (cf. Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes). Esta mujer peregrinante en la fe, de síntesis mística y teologal (cf. MC 37) que conserva la misericordia divina para mostrarla a los fieles es prototipo de la madre evangelizadora y evangelizada en la fe[5], que a través de la peregrinación en la fidelidad hacia Dios (cf. LG 58; RM 6) se convierte en el tipo ontológico de la Iglesia que la admira,  ensalza, espera y ansía ser (cf. SC 103).

Fundamentados en la imágen evangélica de María, los hijos de Santa María de la Merced partiendo desde una perspectiva bíblica, magisterial y eclesiológica centran su atención mariológico-mariana en tres pilares arquitectónicos en línea de fidelidad, actualidad, y progreso. Tres aspectos que analíticamente se armonizan en la operatividad del acontecer redentor:

– En línea de fidelidad, se afirma y fundamenta la tradición de la aparición mariano-mercedaria desde el acontecer fundacional del 10 de agosto de 1218 hasta hoy. María al ser considerada como Madre Fundadora e inspiradora dinamiza el carisma y la espiritualidad de la Orden. Como fuerza matriz y fiel espejo de visita y caridad para con los hermanos, María es para el mercedario calidad de vida en el fiel seguimiento de Cristo; por ello, propaga e incentiva su recta devoción, veneración y culto.

– A nivel de actualidad , la presencia de María se consolida en su acción cooperante en la vida mercedaria. Aspecto intrínseco al espíritu de los redentores, que se complementa cada día con las enseñanzas del Concilio Vaticano II y las acciones del pueblo de Dios; cuestiones teológico-eclesiales que nos invitan a repensar en el proyecto arquitectónico (filosofía de la libertad) y hermenéutico mercedario (la redención de los cautivos) de acuerdo a las exigencias pastorales donde María es punto de diálogo y encuentro hoy, sea como virgen y madre ejemplar en la evangelización de los pueblos, o como mujer inculturada en línea de acción y liberación del cristiano  (cf. IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Conclusiones del documento de Santo Domingo, 1992).

– Y en su calidad de progreso, encontramos la armonía de un lenguaje metafórico, cuya terminología se actualiza de acuerdo a los signos de los tiempos. Bien es cierto, que la mirada se concentra en la acción redentora de Jesús, puesto que uno es Dios, y uno también es el Mediador y Redentor que visita a sus amigos para ofrecer la salvación (cf. 1 Tim 2,5-6). Pero todo ello, se ilumina con el pasaje de la Visitación de María en línea de encuentro con los demás (Lc 1,39-45), impulsándonos a una reelectura de las Bienaventuranzas del Reino de Dios y del Magnificat como canto de liberación de los pueblos. Dicho encuentro eclesial dinamiza el diálogo, la visita, y la apertura a todas las gentes.

Con esta triple perspectiva, los religiosos de la Orden de la Merced invitados a dejar todo por amor del Reino de Dios, para formarse en libertad, promover la fraternidad y servir con caridad, contemplan estos elementos marianos como en un espejo al signo más transparente elegido por Dios para una recta y verdadera liberación unida al Dios encarnado (cf. Jn 1,14).

La presencia de María-Merced en la dinámica de la familia mercedaria continuará siendo una propuesta en camino, para y con el camino, para arrivar a la base del pueblo sufriente mediante la fe en Cristo su Hijo, único Mediador y Salvador (LG 60), ante las múltiples problemáticas que experimenta la sociedad mundial[6]. Su presencia no quiere ser un “apéndice” documentario[7], sino “transversal” (Juan Pablo II, Exhortación apostólica Tertio milennio adveniente, 43)[8] como la Madre que está siempre atenta en el nacimiento, crecimiento y desarrollo de la vida de sus hijos, hacia la incorporación en la gracia de Cristo, el Salvador universal.

Sin lugar a dudas, los trabajos de reflexión y renovación  continúan en la Orden fundada por san Pedro Nolasco, tanto a nivel General como Provincial. En la última década, los Encuentros de espiritualidad y formación mercedaria realizados en Europa y Latinoamérica siguen despertando el interés de lo que significan los diferentes niveles de la vida y compromiso religioso redentor[9] a la luz de la Virgen María, estrella de la evangelización siempre renovada (Pablo VI, Exhortación apsotólica Evangelii nuntiandi, 82)[10] y pedagoga del evangelio de la libertad (cf. Puebla, 290) en tiempos apremiantes y llenos de esperanza en búsqueda de paz y reconciliación social.

Es digno reconocer que la alta misión de María es ser Madre (LG 55), no sólo de la comunidad religiosa que ha fundado, sino también de la Iglesia que peregrina junto con ella en la fe. Afirmación principal y relación esencial que alude a una realidad inmediata, el Hijo de Dios, el Verbo preexistente. Ella misma, siendo hija predilecta del Padre, sagrario del Espíritu santo (LG 53) y don de una gracia tan extraordinaria, nos invita a pensar en una maternidad no abstracta, sino aquella que explica su singularidad en la vida de los fieles.

En la hermenéutica de la vida mercedaria[11], María como la nueva Eva entre los pobres del Reino (LG 63) además de ser reconocida Madre de Dios y del Redentor, en su dimensión eclesial complexiva y comunitaria es testimoniada también como Madre de los vivientes (LG 56) del pueblo santo de Dios que sufre y suplica libertad. En este sentido, la redención de María, en efecto, no es de otra especie que la nuestra; es la redención de Cristo la más sublime, única y autorelevante para nuestra salvación, en su realización suprema de anticipación y perfección que le son propias. Pero, hay que reconocer que en esta obra de salvación de su Hijo, María no ha sido un instrumento pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres, con fe y obediencia libres (LG 56); de tal modo, que la misión de la Madre no ha oscurecido ni disminuído la única mediación de Cristo entre la humanidad redimida (cf. LG 60)[12].

Así pues, el mercedario entendiendo que la Virgen Madre está presente en la Iglesia como el don de Jesús que ha dejado a los suyos (cf. Jn 19,25-27) se identifica con María que ha vivido la experiencia de su Hijo en una dimensión creativa, sacrificial y de comunión (Mercedes Navarro). Así los redentores crecen a la luz de la Palabra de vida, como expresión de Dios que no sólo se dona en la cruz, sino que dona a su Madre a la Iglesia (maternidad espiritual)[13] con la palabra que fortalece su misión y los hace libres. En esta íntima relación entre la tríada de Cristo-Madre-discípulo, encontramos no solamente una experiencia de dolor, sino también de escucha, donación y acogida vividos en un momento límite y culminante de la experiencia de Jesús.

Ciertamente, un momento de desolación y tinieblas, de dolor y muerte, de angustia y sufrimiento, signo de la humanidad pecadora que ha condenado al Hijo de Dios. Quizás, apresurada en celebrar la Pascua; sin darse cuenta que mata antes de que se haga tarde. Sin embargo, la respuesta de Dios es diferente a la lógica humana, porque el momento de doloroso sufrimiento lo transforma en palabra de redención, un momento de salvación, por ejemplo para el buen ladrón (desde hoy estarás conmigo en el paraíso), y un espacio de diálogo con el discípulado (hijo, he ahí tu Madre; Madre, he ahí tu  hijo), un encuentro orante con el Padre (Padre, perdónales porque no saben lo que hacen; Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu); aún más, un coloquio espiritual que recrea la relación paterno-maternal y filial entre Dios y los hombres (el discípulo amado y María).

En este momento crucial de la vida de un condenado a muerte (quien era proclamado el rey de los judíos) está la Madre dolorosa al pie de la cruz (como se escribió en un antiguo himno: Stabat Mater dolorosa, iuxta crucem lacrimosa, dum pendebat filium), como hoy en muchos lugares sufriendo porque matan insensiblemente a sus hijos. De esa manera, recibiendo ella los méritos de Cristo, pasaron a la Iglesia, y por la Iglesia a la humanidad. Su fidelidad discipular la ha colocado en el mundo como signo de amor y vértice espiritual de la humanidad redimida.


* La presente reflexión fue publicada en el artículo de la revista del Colegio La Merced del Cusco en el año 2002. Tratando de actualizar nuestra argumentación mariano-mercedaria algunos párrafos han sido modificados

[1] cf. Juan Pablo II, Discurso a los participantes al Convenio Internacional de Estudios para el XVI Centenario del Concilio de Capua, n. 6, en AAS 85 (1993) 662-667.

[2] III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, La evangelización en el presente y en el futuro de América Latina, Puebla 1979.

[3] María Sol Puente, María de la Merced, madre de los marginados, en Estudios 44 (1988) 95-106.

[4] Concilio Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, 04-12-1963, en AAS 56 (1964) 97-138; EV/1, 22-25.

[5] Cf. Carlos Ignacio González, María, evangelizada y evangelizadora. Mariología, Bogotá 1989, 372-374.

[6] Cf. Xabier Pikaza, María, Madre de la Iglesia. Fundamento teológico y sentido pastoral, en Ephemerides Mariologicae 32 (1982) 175-188; Isabel Arana, Santa María de la Merced y la misión universal de la Iglesia; Ricardo Sanlés, Santa María de la Merced, signo de Dios para el futuro, en Estudios 44 (1988) 239-254; 315-325.

[7] La Madre del Señor no es un apéndice de la teología, ni un dato marginal en la vida de la Iglesia; al contrario, es un “dato de la revelación divina” (Redemptoris Mater, 25) que se debe reflexionar en el peregrinaje de la fe. Su presencia es un dato bíblico (Anunciación, Caná, Calvario) donde se muestra la persona de María, quien ha obrado con hechos y palabras aceptando el asombro de la fe al haber asumido el proyecto divino (Cf. Congregazione per L’Educazione cattolica, La Vergine Maria nella formazione intellettuale e spirituale (del 25-03-1988), Bologna 1988, n. 5, p. 7; Pontificia Academia Mariana Internationalis, La Madre del Signore. Memoria Presenza Speranza, Alcune questioni attuali sulla figura e la missione dalla beata Vergine Maria, Città del Vaticano 2000, n. 66 , pp. 110-112).

[8] Cf. Los estudios sobre la presencia de María en el acontecer eclesial: Stefano de Fiores, La presenza di Maria nella vita della Chiesa alla luce dell’enciclica “Redemptoris Mater”, en Marianum 51 (1989) 110-144; Angelo Pizzarelli, La presenza di Maria nella vita della Chiesa. Saggio dínterpretazione pneumatologica, Cinisello Balsano 1990; Ignazio Calabuig, Per una ripresa del discorso sulla presenza della Vergine, en Marianum 58 (1996) 7-16; Jesús Castellano, La presenza di Maria nel mistero del culto. Natura e significato, en Marianum 58 (1996) 387-427;

[9] Algunos argumentos del aspecto mariano en la vivencia mercedaria hoy, podemos encontrar en: Anselmo Espinoza, La oración mercedaria, en Aa.Vv., Espiritualidad Mercedaria. Cristo Redentor, nuestro maestro y modelo, Roma 1999, 59-112. En el V Curso de Espiritualidad, el P. Ignazio Calabuig, Rector de la Pontificia Facultad Teológica “Marianum” fue invitado para dirigir una ponencia de índole mariano; entre los apuntes sueltos que fueron repartidos abordó el tema de “La Virgen María y la Vida Consagrada”, así como “Elementos de espiritualidad mariana en la Orden de la Merced”, “Doctrina, espiritualidad, devoción a la luz de las Constituciones mercedarias”. Como síntesis de su aportación, presentaba la premisa genuina y mariana de la Orden, que llena de espiritualidad y tradición debería ser vivida; la importancia de su raiz trinitaria y las razones de su marianidad; motivos suficientes que permitían a los mercedarios ser continuadores de esta obra del Redentor. Destacando el binomio Visitar-Redimir (liberar) manifestaba que la visita es júbilo, danza, descubrimiento, una alegría de salir del encierro, un viaje apostólico que nos recuerda la vida de Cristo en el seno de la Madre al encontrarse con su pariente Isabel. Por ello, el canto teológico del Magnificat tiene mucho que decir a la Orden de la Merced que realiza el proyecto liberador de Dios entre los hombres (cf. Registración radiofónica, Roma, del 2 al 26 de octubre del 2001).

[10] Pablo VI, Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, 8-12-1975, en AAS 58 (1976) 76; EV/5, 1125.

[11] “Visitar y redimir a los cautivos cristianos de las nuevas formas de cautividad”, por las que se ven expuestos al abandono de las prácticas de la vida cristiana y a la pérdida de la fe constituye el fundamento hermenéutico de los mercedarios (cf. COM 4.16). Así lo expresan los frailes que participaron en el Capítulo General de 1992 en el documento titulado: Los Mercedarios y la Nueva evangelización. Mensaje del Capítulo General de la Orden, Roma 1992, n. 44, p. 58).

[12] Sobre la mediación de María, tenemos que reiterar que toda la humanidad de Jesús es la fuente de la mediación. Jesús es el Redentor y el Salvador de su Madre. Él tiene “in se” toda la eficacia de la gracia; la cual, es única y absoluta, mostrándose así la Redención como una obra trinitaria, diferente a la cooperación de María que es relativa y subordinada (LG 62, Marialis cultus, 25) según el plan divino de salvación. Al respecto están los artículos de: Joaquín María Alonso, Mediación de María-Mediación de la Iglesia, en Epemerides Mariologicae 25 (1975) 23-50; Candido Pozo, La mediación materna de la Sierva del Señor en el ámbito de la única mediación de Cristo (RM 38-41). Un solo mediador y la mediación de María, en Seminarium 38 (1987) 560-575; Xabier Pikaza, La mediación mariana (principios filosóficos-teológicos), en Ephemerides Mariologicae 40 (1989) 181-204; Angelo Amato; Verso un altro dogma mariano?, en Marianum 58 (1996) 229-232; Emmanuele di Napoli, Attualità di uno studio sul Vaticano II tra Mariologia e redenzione, en Marianum 59 (1997) 159-167.

[13] En línea de espiritualidad mariana como experiencia de la fuerza del Espíritu en el modo de acoger, imitar y vivir como María, leer a: Antonio Rubino, La Vida consagrada a la luz del propio carisma y espiritualidad, en Aa.Vv., Carisma y espiritualidad de la Orden de la Merced, Roma 1979, 96-101; Stefano de Fiores, Presencia de María en la espiritualidad cristiana, en María en la teología contemporánea, Sígueme, Salamanca 1991, 299-348; Juan Esquerdá B., Espiritualidad mariana en la Iglesia. María en la vida espiritual cristiana, Madrid 1994; T. Goffi, Espiritualidad, en Nuevo Diccionario de Mariología, San Pablo,  Madrid 1988, 661-678.